El vuelo de la amistad
En un pequeño pueblo llamado Laborde, vivía un flamenco llamado Federico. Federico era muy especial, ya que tenía el plumaje más hermoso de todos los flamencos de la laguna.
Un día, mientras volaba sobre la laguna, Federico notó algo extraño. El agua estaba contaminada y los árboles a su alrededor estaban marchitos. Esto entristeció mucho a Federico, pues amaba la naturaleza y la belleza del lugar donde vivía.
Federico decidió investigar qué estaba pasando en su querida laguna. Voló hasta el pueblo para hablar con los habitantes y buscar una solución. Al llegar al pueblo, se encontró con Martín, un niño curioso y amante de la naturaleza.
Federico se acercó a él y le explicó lo que había descubierto en la laguna. "Martín, necesitamos hacer algo para salvar nuestra laguna", dijo Federico preocupado. Martín escuchó atentamente y propuso organizar una campaña para limpiarla.
Convocaron a todos los habitantes del pueblo e invitaron a expertos en medio ambiente para ayudarlos. Juntos comenzaron a recolectar basura de las orillas de la laguna y plantaron árboles alrededor para purificar el aire.
También instalaron filtros en las cañerías del pueblo para evitar que más contaminantes llegaran al agua. Con el paso del tiempo, gracias al esfuerzo conjunto de todos los habitantes de Laborde, la laguna comenzó a recuperarse poco a poco. Los árboles volvieron a florecer y el agua se volvió cristalina nuevamente.
Un día, Federico y Martín volaron sobre la laguna y se llenaron de alegría al verla tan hermosa como antes. "¡Lo logramos, Federico!", exclamó Martín emocionado. "Sí, Martín.
Gracias a tu ayuda y a la colaboración de todos los habitantes de Laborde, pudimos salvar nuestra querida laguna", respondió Federico con gratitud. Desde ese día, Federico y Martín se convirtieron en grandes amigos.
Juntos siguieron trabajando para proteger el medio ambiente y concientizar a las personas sobre la importancia de cuidar nuestro planeta.
Y así, gracias a la valentía y determinación de un flamenco llamado Federico y un niño llamado Martín, el pueblo de Laborde aprendió una gran lección: que todos podemos hacer la diferencia cuando nos unimos por una causa noble.
FIN.