El Vuelo de la Amistad


Había una vez un unicornio llamado Pegaso que vivía en el bosque encantado. Un día, mientras caminaba por el prado, encontró a un flamenco muy chiquitito que estaba perdido y asustado.

Pegaso se acercó al pequeño flamenco y le preguntó: "¿Qué te pasa? ¿Por qué estás tan triste?"El flamenco respondió con lágrimas en los ojos: "Me he perdido de mi familia y no sé cómo volver a casa". Pegaso sintió mucha pena por el flamenco y decidió ayudarlo.

Juntos comenzaron a buscar pistas para encontrar la casa del flamenco. Después de mucho caminar, llegaron a un lago donde había muchos otros flamencos grandes y hermosos. El pequeño flamenco reconoció su hogar y corrió hacia su familia.

Los demás flamencos se sorprendieron al ver a Pegaso acompañando al pequeño, pero lo recibieron amablemente. Le ofrecieron quedarse con ellos para descansar después del largo viaje.

Mientras descansaban, Pegaso notó que algunos de los jóvenes flamencos tenían miedo de volar porque eran demasiado pequeños. Decidió enseñarles cómo hacerlo correctamente. "Para volar primero debes creer en ti mismo", les dijo Pegaso con voz tranquilizadora.

"Cierra tus ojos e imagina que estás flotando en el aire como una pluma ligera". Con sus alas extendidas, Pegaso comenzó a levitar del suelo mientras los jóvenes miraban asombrados. Les demostró cómo mover las alas para mantenerse en el aire y cómo controlar su velocidad.

Poco a poco, los jóvenes flamencos comenzaron a volar con más confianza y alegría. Pegaso se sintió muy feliz al verlos disfrutar del aire libre y sentirse libres. "Gracias por enseñarnos a volar", le dijo uno de los flamencos jóvenes a Pegaso.

"Eres un gran amigo". "No hay nada que me haga más feliz que ayudarte", respondió Pegaso con una sonrisa amable. Después de pasar unos días maravillosos con los flamencos, Pegaso decidió regresar al bosque encantado.

Sabía que extrañaría mucho a sus nuevos amigos, pero también sabía que siempre serían parte de su corazón. Desde ese día en adelante, cada vez que Pegaso pasaba por el lago donde vivían los flamencos, se detenía para saludarlos y ver cómo estaban.

Y aunque no era fácil mantener una amistad entre un unicornio y un flamenco chiquitito, ellos demostraron que las diferencias no importan cuando hay amor y buena voluntad.

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