El vuelo de la bondad



En un tranquilo barrio de la ciudad, vivía Missael, un niño sorprendente con super poderes. Junto a él estaban su mamá, la más linda de todas, su hermano Brayan y su abuela que siempre les preparaba exquisitos flanes.

Missael era un niño muy especial. Tenía la capacidad de volar y ayudar a quienes lo necesitaban.

Cada noche, cuando todos en la casa dormían, él salía por la ventana para recorrer los cielos en busca de alguien que requiriera su ayuda. Una noche oscura y estrellada, Missael volaba velozmente sobre los techos de las casas cuando escuchó un grito desesperado.

Se dirigió hacia el origen del sonido y encontró a una anciana que había tropezado y caído al suelo. Sin dudarlo un segundo, Missael se acercó volando a ella. "¿Estás bien? ¿Puedo ayudarte?", preguntó Missael con amabilidad.

La anciana, sorprendida por ver a un niño volador frente a ella, le contó que se había lastimado el tobillo y no podía levantarse. Con cuidado, Missael la tomó en sus brazos y la llevó hasta su casa. La mujer estaba muy agradecida por la ayuda del pequeño héroe.

A medida que pasaban las noches, Missael seguía ayudando a quienes lo necesitaban: rescatando gatitos perdidos en los árboles, deteniendo ladrones que intentaban robar en las tiendas del vecindario e incluso apagando incendios con sus poderes especiales.

Un día, mientras volaba sobre el parque central de la ciudad, vio a un grupo de niños molestos acosando a otro niño más pequeño. Sin dudarlo, descendió hasta donde estaban y les pidió amablemente que dejaran en paz al chico indefenso.

Los niños intimidados por la presencia de Missael decidieron marcharse sin decir una palabra más. El chico al que habían estado molestando le dio las gracias emocionado. "¡Gracias por salvarme! Eres increíble", dijo el pequeño con admiración.

Missael sonrió y le dio unas palmadas en el hombro antes de elevarse nuevamente hacia el cielo nocturno. Con cada acto heroico que realizaba Missael ganaba más confianza en sí mismo y aprendía el valor de ayudar desinteresadamente a los demás.

Su familia estaba orgullosa de él y lo apoyaba incondicionalmente en sus aventuras nocturnas como héroe secreto.

Y así, entre vuelos nocturnos llenos de emoción y momentos dedicados al servicio comunitario con amor fraternal; Missael demostraba día tras día que no hace falta tener súper poderes para ser un verdadero héroe; solo hace falta tener un corazón valiente dispuesto a ayudar al prójimo sin esperar nada a cambio.

FIN.

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