El vuelo de la concentración


Había una vez, en un lugar muy especial de la costa argentina, una pequeña veleta llamada Venti. Venti vivía en lo alto de un monte y siempre estaba atenta a las direcciones del viento.

Era una veleta muy valiente y aventurera. Un día, mientras Venti giraba al compás del viento, se dio cuenta de que había algo diferente en el aire.

¡Era una noche de luna llena! La luz plateada iluminaba todo a su alrededor, incluyendo el mar que se extendía hasta donde alcanzaba la vista. Mientras tanto, cerca del monte, un colibrí llamado Picaflor volaba sin rumbo fijo. Picaflor era conocido por ser despistado y distraído.

Siempre se olvidaba dónde había dejado sus flores favoritas o hacia qué dirección debía ir para encontrarlas. En esa noche mágica, Picaflor voló tan alto como pudo y quedó hipnotizado por la belleza de la luna llena reflejada en el mar.

Pero debido a su despiste habitual, no se dio cuenta de que estaba perdiendo altura rápidamente. Justo en ese momento, Venti notó algo extraño moviéndose entre los árboles cercanos. Se acercó para investigar y descubrió a Picaflor revoloteando desesperadamente intentando mantenerse en el aire.

- ¡Ayuda! - chirriaba Picaflor -. ¡Me estoy cayendo! Venti comprendió que tenía que actuar rápido para salvar al pobre colibrí despistado.

Con todas sus fuerzas, giró rápidamente hacia donde estaba él y creó una corriente de aire ascendente que logró sostener a Picaflor en el aire. - ¡Agárrate a mí, Picaflor! - gritó Venti mientras luchaba contra el viento -. Te llevaré hasta un lugar seguro.

Picaflor, asustado pero confiando en la veleta valiente, se aferró con fuerza a ella. Juntos comenzaron a volar hacia un claro en el bosque donde había muchas flores coloridas y deliciosas para que Picaflor pudiera alimentarse.

Mientras volaban, Venti le explicó al colibrí despistado sobre la importancia de prestar atención a su entorno y recordar siempre dónde estaban las cosas importantes. Le contó cómo ella misma necesitaba estar alerta para indicar la dirección del viento y ayudar a los marineros y agricultores cercanos. Picaflor escuchaba atentamente mientras continuaban volando.

Se dio cuenta de lo importante que era ser consciente de su entorno y cómo eso podía evitar situaciones peligrosas como la que acababa de vivir. Finalmente, llegaron al claro lleno de flores exquisitas.

Picaflor se alimentó felizmente mientras Venti descansaba orgullosa por haber salvado al pequeño colibrí despistado. Desde aquel día, Picaflor nunca más olvidó dónde estaban sus flores favoritas ni se distrajo fácilmente durante sus vuelos.

Y cada vez que veía a Venti girando en lo alto del monte, recordaba la importancia de estar atento y concentrado en todo momento. Así es como una noche mágica junto al mar, una veleta valiente y un colibrí despistado aprendieron una valiosa lección juntos.

Y aunque sus caminos se separaron, siempre recordarían ese encuentro especial que los ayudó a crecer y ser mejores en lo que hacían.

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