El Vuelo de la Garza



En una laguna rodeada de juncos y flores silvestres, vivía una joven garza blanca llamada Lía. Era una garza curiosa y aventurera, siempre dispuesta a explorar el mundo que la rodeaba. Sin embargo, este año, algo raro ocurrió: se había perdido su grupo migratorio. Lía se despertó una mañana sintiendo en su plumaje el frío que anunciaba el invierno, y supo que tenía que actuar rápido.

"Si no encuentro a mi grupo, ¡no podré migrar al hemisferio norte!" pensó, asustada. Con un par de pasos nerviosos sobre la orilla, Lía miró a su alrededor, buscando alguna señal. En ese instante, recordó las historias de su madre sobre las migraciones, y cómo cada año, las garzas se guiaban por las estrellas y la voz del viento. Decidida a no rendirse, Lía extendió sus alas y voló:

"Voy a encontrarlos, lo prometo", murmuró mientras se deslizaba por el aire.

Al poco tiempo de emprender su vuelo, Lía se encontró con un viejo halcón llamado Tizón.

"Hola, pequeña garza. ¿A dónde vas tan apurada?" preguntó Tizón con su voz profunda.

"Busco a mi grupo, estoy desorientada y se acerca el invierno", respondió Lía

"Ah, entiendo. Puedo ayudarte, pero primero, debes escuchar el viento. Te guiaré hasta la cima de esa montaña," dijo el halcón, señalando un pico en la distancia.

"¿Escuchar el viento?" se preguntó Lía, pero confiando en Tizón, siguió su consejo y voló hacia la montaña.

Al llegar a la cima, Lía cerró los ojos. Se concentró, y escuchó el suave susurro de las corrientes de aire. De repente, sintió una dirección fuerte como un empujón.

"¡Ahí! ¡Hacia el este!" gritó emocionada. Tizón sonrió.

"Ese es el espíritu. Ahora, sigue ese viento con confianza".

Y así, Lía continuó su viaje, pero pronto se encontró con un fuerte viento cruzado. Fue tal la brisa que la hizo retroceder.

"¡No voy a rendirme!" se dijo a sí misma. En ese momento, recordó el consejo de su madre. "No siempre el camino será fácil. A veces hay que buscar nuevas formas de avanzar", se animó.

Lía comenzó a volar más bajo, utilizando la corriente del viento a su favor, y así pudo seguir avanzando sin ser arrastrada hacia atrás. Después de mucho esfuerzo, finalmente vio un grupo de garzas en la distancia. Su corazón se llenó de alegría.

"¡Sí! ¡Lo logré!" exclamó, y voló con todas sus fuerzas hacia sus compañeras. Al acercarse, notó que las garzas estaban en una especie de reunión.

"¡Lía!" gritó una garza mayor, suplicándole que se uniera a ellas.

"Nos preocupaste mucho. Pensamos que no te habías dado cuenta del tiempo", le dijo una garza de plumaje plateado.

"Tuve algunos problemas, pero encontré una forma de seguir adelante. ¡Vamos a migrar!" respondió Lía emocionada.

Las garzas, admiradas por su valentía, se unieron para formar un gran grupo. A medida que volaban juntas, Lía compartió su historia sobre el viento y cómo había aprendido a escuchar las señales de la naturaleza usando no solo su vista, sino también su intuición.

En su ruta, Lía y su grupo enfrentaron tormentas y viento fuerte, pero juntas se apoyaron. Tizón, que las seguía desde lejos, sonrió al ver la valentía de Lía, un líder natural en formación. Al llegar al hemisferio norte, el clima era fresco, pero la belleza que rodeaba a Lía era todo un espectáculo; los árboles tenían colores vibrantes y el aire era limpio.

"Lo logramos, chicas. Nunca dejé de creer que volvería a encontrarme con ustedes", dijo Lía, mirando hacia el horizonte.

Desde ese día, Lía se convirtió en una garza conocida por su sabiduría, enseñando a los más jóvenes a escuchar, a confiar en su instinto y aprender de la naturaleza. Las garzas volaron juntas, y cada año, Lía guiaba a su troupe, recordando que la migración no solo era un viaje físico, sino también una forma de crecer y ser más fuertes cada día.

Así, Lía se transformó en una leyenda entre las garzas, y todos aprendieron que incluso en la desorientación, siempre hay un camino de vuelta si se escucha el viento y se sigue el latido del corazón.

FIN.

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