El vuelo de la generosidad


Había una vez en el Polígono de la Paz, en Murcia, una niña llamada Yasmine. Desde pequeña era muy feliz y siempre tenía una sonrisa en su rostro.

Le encantaba compartir todo lo que tenía con los demás y ayudar a quienes más lo necesitaban. Yasmine vivía en una casita acogedora junto a su hermano Juan y su amigo Antonio. Los tres eran inseparables y les encantaba jugar juntos por las calles del barrio.

Yasmine soñaba con ser maestra o farmacéutica cuando fuera grande, porque le gustaba cuidar de los demás y enseñarles cosas nuevas. A pesar de ser tan joven, Yasmine era muy estudiosa e inteligente.

Siempre sacaba buenas notas en la escuela y le encantaba aprender cosas nuevas cada día. Además, le apasionaba la música y pasaba horas escuchando sus canciones favoritas mientras hacía sus tareas.

Un día, mientras Yasmine paseaba por el parque con Juan y Antonio, encontraron a un pajarito herido en el suelo. Sin dudarlo un segundo, Yasmine lo recogió con cuidado y decidió llevarlo a casa para curarlo. "¡Miren chicos! Encontré a este pobre pajarito herido.

Vamos a cuidarlo juntos hasta que se recupere", dijo Yasmine emocionada. Los tres amigos se pusieron manos a la obra para cuidar al pajarito enfermo. Lo alimentaron, le dieron agua fresca y crearon un nido acogedor para que pudiera descansar tranquilamente.

Día tras día, Yasmine dedicó todo su tiempo libre a cuidar al pequeño animalito, demostrando así su gran corazón bondadoso. Con el paso de las semanas, el pajarito se recuperó gracias al amor y los cuidados de Yasmine y sus amigos.

Una mañana soleada, cuando el pajarito ya estaba completamente sano, abrió sus alas y emprendió vuelo hacia el cielo azul. "¡Mira Yasmine! Nuestro amiguito está volando libre otra vez gracias a tu cariño", exclamó Juan emocionado.

Yasmine sonreía radiante al ver al pajarito volar alto en libertad. Ese día entendió que ayudar a los demás y compartir su amor podía hacer milagros incluso con las criaturas más pequeñas del mundo.

Desde entonces, Yasmine siguió creciendo feliz en el Polígono de la Paz, llevando consigo siempre la lección de que con amor y generosidad se pueden lograr grandes cosas en la vida.

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