El vuelo de la imaginación
Juanita era una nena muy especial. Desde que era chiquitita, soñaba con volar y sentir el viento en su cara. Pero siempre había un problema: el cielo era muy bajo y no podía subir más alto.
Un día, mientras jugaba en el parque, Juanita se acercó a un árbol muy grande y frondoso. De repente, una hoja cayó sobre su nariz y ella la sopló al aire.
La hoja empezó a volar y Juanita la siguió con la mirada hasta que desapareció en el horizonte. -¡Quiero volar como esa hoja! -pensó Juanita. Así que decidió buscar una forma de hacerlo realidad. Empezó por construir alas de papel y cartón, pero no funcionaron.
Luego intentó saltar desde lo alto del tobogán, pero tampoco tuvo éxito. Un día, mientras caminaba por el campo, encontró a un hombre mayor sentado bajo un árbol leyendo un libro. -¿Qué haces aquí? -preguntó curiosa Juanita.
-Estoy aprendiendo a volar -respondió el hombre sonriendo-. No como los pájaros o los aviones, sino dentro de mi mente. Juanita se quedó sorprendida e intrigada al mismo tiempo.
-¿Cómo es eso posible? El hombre le explicó que todos tenemos la capacidad de imaginar cosas increíbles y hacerlas realidad si creemos en nosotros mismos y trabajamos duro para lograrlo.
Juanita entendió que había estado buscando mal todo este tiempo: no necesitaba alas ni saltos altos para volar; solo tenía que creer en sí misma y dejar volar su imaginación. Así que decidió empezar a practicar todos los días. Imaginaba que era un pájaro, cerraba los ojos y sentía el viento en su cara.
Pronto notó que podía saltar más alto, correr más rápido y sentirse más libre. Un día, mientras jugaba en el parque con sus amigos, Juanita sintió algo extraño. Cerró los ojos y dejó volar su imaginación como nunca antes lo había hecho.
De repente, se elevó por encima de todos y comenzó a volar como siempre había soñado. -¡Miren! -gritó emocionada-. ¡Estoy volando! Todos sus amigos la miraron sorprendidos pero felices por ella.
Juanita se dio cuenta de que no necesitaba alas ni saltos altos para volar; solo tenía que creer en sí misma y dejar volar su imaginación. Desde ese día en adelante, Juanita siguió practicando todos los días y cada vez volaba más alto y lejos.
Se convirtió en una inspiración para muchos niños del barrio e incluso para algunos adultos. Nunca olvidaría esa tarde bajo el árbol donde aprendió la verdadera forma de volar: dentro de su mente y con mucho esfuerzo.
Y así fue como Juanita logró alcanzar el cielo más alto gracias a su fe inquebrantable en sí misma y al poder de la imaginación.
FIN.