El vuelo de la imaginación



En un colegio rodeado de árboles frondosos y cantos de aves exóticas como guacamayas, guacharacas y gavilanes, vivía un niño llamado Mateo.

Todos los días, al salir al patio del colegio, se detenía maravillado a observar cómo las aves volaban con tanta gracia y libertad en el cielo azul.

Un día, mientras dibujaba en su cuaderno, Mateo tuvo una idea brillante: ¡quería inventar máquinas voladoras para poder volar como las aves! Corrió emocionado a contarle a su mejor amigo Tomás sobre su increíble plan.

"¡Tomás, imagínate si pudiéramos volar como esas guacamayas tan coloridas que vemos todos los días! Quiero inventar una máquina que nos permita surcar el cielo y sentir la brisa en nuestro rostro", dijo Mateo con entusiasmo. "¡Eso sería genial! Podríamos explorar lugares lejanos y conocer más aves fascinantes", respondió Tomás emocionado por la idea de su amigo. Mateo pasó días enteros recolectando materiales del patio del colegio para construir sus máquinas voladoras.

Probó con palitos de helado, hojas secas y hasta cartones de leche; pero ninguna de sus creaciones lograba despegar del suelo. A pesar de los fracasos, Mateo no se desanimaba y seguía intentando una y otra vez.

Un día, cansado después de otro intento fallido, Mateo se sentó bajo un árbol mirando fijamente a las guacamayas que revoloteaban cerca.

Fue entonces cuando escuchó una voz suave que parecía surgir del viento:"¿Por qué buscas volar alto en el cielo cuando ya tienes alas en tu imaginación?"Mateo levantó la mirada sorprendido y vio a una hermosa guacamaya posada en una rama cercana.

La ave continuó hablando:"Las máquinas pueden llevarte lejos físicamente, pero solo tu imaginación puede llevarte más allá de lo que tus ojos ven". El niño reflexionó sobre las palabras de la sabia guacamaya y finalmente entendió que no necesitaba inventar máquinas para experimentar la maravilla del vuelo.

Cerró los ojos e imaginó historias fantásticas donde él mismo era un pájaro majestuoso surcando los cielos sin límites. A partir de ese día, Mateo compartió sus aventuras imaginarias con Tomás y juntos descubrieron un mundo aún más maravilloso dentro de sus mentes creativas.

Ya no necesitaban alas mecánicas para explorarlo todo; bastaba con cerrar los ojos e iniciar el vuelo hacia lo desconocido.

Y así, entre risas y sueños coloridos, Mateo aprendió que la verdadera magia reside en nuestra capacidad para soñar sin límites y dejar volar nuestra imaginación hacia horizontes infinitos llenos de posibilidades asombrosas. Y aunque nunca construyeron esas máquinas voladoras reales soñadas por él al principio, descubrieron algo mucho más valioso: el poder ilimitado de crear mundos nuevos desde adentro hacia afuera.

FIN.

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