El vuelo de la imaginación



Había una vez en un pequeño pueblo argentino, una niña llamada Sofía. Desde que era muy pequeña, Sofía había deseado volar como un pájaro. Miraba maravillada cómo las aves surcaban el cielo con libertad, y soñaba con poder hacer lo mismo. Sin embargo, por más que lo intentaba, sus pies siempre estaban firmemente plantados en la tierra. Esto la entristecía, pero no se daba por vencida. Un día, mientras jugaba en su jardín, su abuela le contó sobre el poder de la imaginación. Le dijo que, a pesar de no poder volar físicamente, podía hacerlo en su mente. Desde ese momento, Sofía decidió dar rienda suelta a su imaginación.

Cada vez que cerraba los ojos, se transportaba a un mundo donde las leyes de la gravedad no existían. Volaba sobre campos verdes, jugaba entre nubes mullidas y se deslizaba por ríos de colores. Esto la llenaba de gozo y entusiasmo, y poco a poco fue descubriendo que su imaginación no tenía límites. Se encontró volando hacia mundos fantásticos, conociendo criaturas mágicas y viviendo aventuras extraordinarias. Su corazón se inflamaba de alegría al darse cuenta de que, a través de su imaginación, era capaz de experimentar todo lo que anhelaba.

Un día, durante una visita al parque, vio a un niño triste y solitario en el columpio. Sin dudarlo, se acercó a él y le habló sobre el poder de la imaginación y cómo juntos podrían volar a través de sus pensamientos. El niño, encantado por la idea, cerró los ojos y se dejó llevar por la imaginación de Sofía. Juntos emprendieron un viaje hacia mundos mágicos, riendo y disfrutando de la libertad que les brindaba su imaginación. A partir de ese día, Sofía se convirtió en la guardiana de la imaginación, enseñando a otros niños a liberar su poder y a volar hacia los horizontes de sus sueños. Aunque sus pies nunca despegaron del suelo, su espíritu permaneció siempre en vuelo, y su corazón se llenó de la más pura felicidad.

FIN.

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