El Vuelo de la Mariposa Azul



Aina era una niña curiosa y siempre estaba llena de energía. Le encantaba correr por el jardín de su abuela, jugando con las flores y persiguiendo mariposas. Su abuela, una mujer sabia y cariñosa, siempre le contaba historias sobre la naturaleza, hablando de cómo cada ser tiene su propio camino en la vida.

Un día, Aina llegó a casa de su abuela y notó que algo extraño estaba en el aire. Su abuela estaba un poco más cansada de lo habitual. "¿Te sientes bien, abuela?"- preguntó Aina preocupada.

"Sí, mi amor, solo necesito un poco de descanso"- respondió su abuela con una suave sonrisa.

Poco después, la abuela de Aina se fue, llevándose con ella una parte muy importante del corazón de la pequeña. Aina no entendía por qué la vida era tan injusta.

"¿Por qué no puedo tenerla aquí conmigo?"- murmuró, mientras las lágrimas caían por su rostro.

Con el pasar de los días, Aina se sentía atrapada en un torbellino de emociones. Había momentos en que se reía recordando las historias que su abuela le contaba, pero también pasaba otros momentos llorando porque extrañaba su abrazo cálido. Era como si sus sentimientos estuvieran compitiendo entre sí, y no sabía cómo controlarlos.

Una mañana, mientras Aina jugaba en el jardín, vio algo moverse entre las flores. Se acercó y allí, posada sobre una hoja, había una mariposa de un intenso color azul. Aina la observó maravillada, sintiendo que había algo especial en ese insecto.

"Eres hermosa, mariposa"- susurró Aina.

De repente, una suave brisa la rodeó y pudo escuchar la voz de su abuela en su mente. "Hola, querida Aina. Estoy aquí contigo, siempre lo estaré. Voy a ser esa mariposa azul que vuela a tu lado"-

Aina se sintió reconfortada. "¿De verdad, abuela?"- preguntó, ansiosa por entender.

"Sí, mi amor. Aunque no me puedes ver, siempre estaré contigo. Cada vez que veas una mariposa azul, recuerda que soy yo cuidándote y amándote desde lejos"- contestó la voz, llena de dulzura.

Aina cerró los ojos y respiró hondo, sintiéndose más tranquila. A partir de ese día, cada vez que se sentía triste o confundida, buscaba mariposas azules. En cada encuentro, sentía la presencia de su abuela y sonreía, sabiendo que siempre estaría a su lado.

Con el tiempo, Aina aprendió a entender y procesar sus emociones. Hablaba sobre lo que sentía con sus amigos y su familia. En lugar de dejar que el dolor la abrumara, empezó a compartir las historias de su abuela, manteniendo así viva su memoria.

"Hoy vi una mariposa azul, abuela. Me acordé de ti"- decía Aina al aire, sonriendo mientras miraba al cielo.

Aina se dio cuenta de que la vida no siempre es fácil, pero también comprendió que el amor nunca se apaga. Un día, mientras paseaba por el parque, vio una mariposa azul danzando entre las flores. Se sintió llena de alegría y corrió a seguirla.

"¡Ven aquí!"- gritó riendo, mientras la mariposa la guiaba.

La mariposa voló alto y Aina la siguió con la mirada. "Siempre estarás en mi corazón, abuela"- prometió en voz alta. Con cada paso que daba, su corazón se sentía más ligero y lleno de amor.

Y así, Aina descubrió que sus emociones y recuerdos eran parte de ella. Aprendió que estaba bien sentir tristeza, pero también que era posible encontrar alegría en la vida nuevamente. Cada vez que una mariposa azul revoloteaba a su alrededor, Aina sonreía, sintiendo que su abuela siempre estaría a su lado, guiándola en su camino.

Desde ese día, Aina no solo aceptó el hecho de que su abuela ya no estaba físicamente, sino que celebró su legado a través de cada mariposa azul que cruzaba su camino, recordándole que el amor no tiene límites y que siempre hay una forma de mantener viva la memoria de quienes amamos.

FIN.

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