El Vuelo de las Aventuras



En un pequeño barrio de Buenos Aires, un niño llamado Leo se sentía un poco melancólico. Su padre, un gran aventurero y explorador, había viajado al extranjero por trabajo. A pesar de saber que su papá estaba haciendo algo importante, Leo a veces sentía un vacío en su corazón.

Un día, mientras estaba en la escuela, Leo observó a sus amigos hablar alegremente sobre las aventuras que vivían con sus papás. Fue entonces cuando decidió que no podía seguir moqueando por la ausencia de su padre. Tenía que hacer algo especial para sentirlo cerca.

- “Voy a organizar una búsqueda del tesoro en el parque, como las que hacía mi papá cuando estaba aquí” - pensó Leo.

Esa tarde, Leo se sentó en el jardín con lápiz y papel, creando pistas y mapas. Se las mostró a sus amigos y todos se entusiasmaron con la idea. Cada uno podía ingresar a la búsqueda y, además de buscar tesoros, contar historias de sus propios papás.

- “Yo recuerdo la vez que mi papá me llevó a pescar” - dijo Sofía, una de sus amigas, mientras reía.

- “Mi papá me enseñó a volar una cometa, como en la playa” - comentó Juanito, haciendo gestos en el aire.

La búsqueda del tesoro se organizó para el siguiente fin de semana. Leo estaba emocionado, aunque sentía un poco de tristeza porque su papá no podría estar allí físicamente. Sin embargo, decidió que eso no iba a evitar que se divirtieran. El grande día llegó, y todos los niños se reunieron en el parque, listos para seguir el mapa que Leo había creado.

- “¡Vamos a encontrar el tesoro! ” - gritó Leo, mientras comenzaban a correr.

Con cada pista que seguían, Leo se sintió cada vez más conectado con las enseñanzas y los recuerdos de su padre. Las historias de sus amigos lo llenaban de alegría y hacían que su ausencia no se sintiera tan fuerte. Después de varias aventuras en el parque, los niños llegaron a un baúl antiguo escondido bajo un árbol.

- “¡Lo encontramos! ” - exclamó Sofía, abriendo el baúl. Dentro, había una colección de juguetes, dibujos y cartas de otros niños que habían jugado allí antes. Era el verdadero tesoro: un legado de amistad y creatividad.

Leo, emocionado, tomó una carta a mano de un niño que había escrito sobre sus propias aventuras con su papá.

- “Esto es increíble. ¡Deberíamos dejar nuestras propias cartas para los siguientes que encuentren el tesoro! ” - sugirió.

Los niños se pusieron a escribir rápidamente sobre sus propias historias y sus papás. Luego dejaron las cartas en el baúl y se marcharon a casa. Leo se sentía feliz.

A la noche, mientras se preparaba para dormir, recibió un mensaje de voz de su papá.

- “Hola, campeón. Sé que me extrañas, y yo a vos. Estoy muy ocupado aquí, pero siempre estoy pensando en nuestras aventuras. Recuerda, siempre puedes crear tus propias aventuras, incluso si estoy lejos.”

Leo sonrió, al escuchar la voz de su papá.

- “Gracias, papá. Hice una búsqueda del tesoro y fue increíble. Te sentí aquí conmigo.” - susurró Leo antes de dormir.

A la mañana siguiente, Leo dibujó un gran mapa de todos los lugares que había explorado ese día en el parque junto a sus amigos. Si bien extrañaba a su papá, había aprendido que la distancia no podía borrar el amor ni los recuerdos.

Y así, Leo se dio cuenta de que siempre podría encontrar maneras de sentir a su papá cerca, incluso en sus propias aventuras. Mientras se miraba en el espejo, dijo:

- “Voy a ser un gran aventurero, como mi papá”,

con una gran sonrisa y la certeza de que las aventuras nunca terminan, sólo cambian de forma.

FIN.

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