El vuelo de las grullas



Había una vez, en la hermosa ciudad de Hiroshima, un pequeño pueblo lleno de vida donde los niños salían a jugar y las flores florecían en cada rincón. Entre esos niños estaba Hana, una pequeña con un corazón lleno de sueños y una pasión especial por las grullas de papel. A Hana le gustaba escuchar las historias de su abuela sobre cómo, según la leyenda, si una persona lograba hacer mil grullas de papel, sus deseos se harían realidad.

Una mañana, mientras ella y sus amigos jugaban en el parque, Hana escuchó a su abuela contar una historia que la hizo pensar.

"¿Puedes contarme otra vez sobre la leyenda de las grullas?" - pidió Hana emocionada.

"Claro, querida. Hace mucho tiempo, las grullas eran un símbolo de paz. Se decía que una grulla que volaba alta en el cielo traía buena suerte. Pero también hay que recordar parte de nuestra historia, un recordatorio de que debemos cuidar nuestro mundo" - respondió su abuela con una mirada pensativa.

Hana pensó en lo que su abuela le había dicho y decidió que quería hacer algo por su ciudad. Así que se reunió con sus amigos, Koji y Yuki, para hacer grullas de papel. Querían hacer mil grullas juntas, no solo para desear una ciudad mejor, sino también para recordar que la paz es fundamental.

"¡Vamos a hacer grullas todos los días después de la escuela!" - propuso Hana.

"Es una gran idea, pero necesitamos un lugar especial para hacerlas" - sugirió Koji.

Así fue como eligieron el parque donde solían jugar, un lugar que en el pasado había vivido momentos difíciles. Cada día, ganaban más amigos en el camino, y entre risas y la alegría de crear, poco a poco sus grullas se iban apilando.

Un día, mientras estaban sentados haciendo grullas, un niño mayor se les acercó. Su nombre era Saito, y tenía una mirada muy seria.

"¿Qué hacen ustedes?" - preguntó Saito con curiosidad.

"¡Estamos haciendo grullas de papel para desear la paz!" - explicó Yuki con entusiasmo.

Saito miró a la pequeña troupe de amigos y sonrió.

"Yo también quiero ayudar. La paz es muy importante" - dijo Saito mientras se sentaba con ellos.

Los niños siguieron trabajando y compartiendo historias. Cada grulla que hacían tenía un espíritu especial, y ellos comenzaron a notar cómo la gente se acercaba para ver lo que estaban haciendo.

Un mes después, habían completado sus mil grullas y decidieron hacer una gran fiesta para celebrarlo. Invitaron a todos sus amigos y familiares, y decidieron llevar las grullas a un hermoso lugares en el parque, donde todos pudieran admirarlas.

"Hoy, no solo celebramos nuestras mil grullas, sino lo que representan: un futuro lleno de esperanza y paz" - dijo Hana, mirando a todos con orgullo.

Los niños decoraron el parque con las grullas, creando un hermoso arco de colores. Se respiraba alegría y emoción en el aire. Al final de la celebración, realizaron un deseo juntos:

"¡Que Hiroshima siempre sea un lugar de paz!" - gritaron al unísono, mientras dejaban volar sus grullas.

Las grullas se elevaron alto en el cielo azul, brillando a la luz del sol. Y así, en medio de risas y esperanza, el pueblo empezó a cambiar. Las personas, inspiradas por el trabajo de Hana y sus amigos, comenzaron a unirse para hacer de Hiroshima un lugar mejor, lleno de amor y buena voluntad.

Con el tiempo, el pueblo aprendió que cada pequeño gesto cuenta y que, incluso en los momentos difíciles, la esperanza puede florecer. Hana entendió que, aunque había cosas que no se podían cambiar, juntos podían trabajar para un futuro más brillante. Y así, las grullas de papel se convirtieron en símbolo de paz, no solo para Hiroshima, sino para todo el mundo.

Desde ese día, Hana, Koji, Yuki, y Saito siguieron haciendo grullas cada año, recordando a todos que la paz comienza en nuestros corazones y que, si trabajamos juntos, podemos lograrlo. Y así, la historia de las grullas de papel siguió inspirando a generaciones a buscar la paz y a cuidar su querido hogar.

FIN.

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