El Vuelo de las Mariposas
En un pequeño pueblo llamado Florentino, donde el sol brillaba y las flores florecían, vivía una niña llamada Clara. Clara era una niña alegre, pero tenía un pequeño gran problema: le tenía miedo a las mariposas. Cada vez que veía una, su corazón palpitaba rápido y corría a esconderse detrás de su mamá.
Un día, mientras jugaba en el parque, escuchó a un grupo de niños riendo. "¿Qué pasa?" - preguntó Clara, curiosa.
"¡Mirá! ¡Es una mariposa gigante!" - exclamó Simón, señalando hacia el cielo. Clara miró en dirección donde señalaba Simón y vio una mariposa enorme, de colores vibrantes, danzando en el aire.
"¡No, no! ¡Vámonos!" - gritó Clara, cubriendo su cabeza con sus brazos.
"Pero Clara, no hay nada de qué tener miedo. ¡Son hermosas!" - le dijo Sofía, su amiga, volando con los brazos como si fuera una mariposa. Clara se quedó mirando a sus amigos mientras ellos intentaban tocar la mariposa con respeto. Pero Clara, con su miedo, se alejó aún más.
Esa noche, pensó en su día. "¿Por qué le tengo tanto miedo a una mariposa?" - se preguntó Clara. Decidió que, al día siguiente, lo intentaría de nuevo. Pero, ¿cómo podría hacer eso?
Al día siguiente, Clara fue al bosque, lugar donde sabía que había muchas mariposas. Llevaba consigo un libro de mariposas que había encontrado en la biblioteca. Se sentó en una piedra y comenzó a leer. Mientras leía, un suave murmullo la distrajo; era el viento que soplaba entre los árboles. Era el momento perfecto para practicar su valentía.
"Solo son mariposas, son amigables y lindas" - se dijo a sí misma. Momentos después, una mariposa blanca se posó en la piedra, a un par de centímetros de su mano. Clara sintió que era su oportunidad.
"Voy a hacerlo", murmuró, acercando su mano lentamente. Pero en ese instante, la mariposa voló. Clara sintió decepción. "No funcionó" - pensó, pero en el fondo sabía que había dado un gran paso al intentarlo.
Sin embargo, no se rindió. En las siguientes semanas, continuó visitando el bosque y cada vez se sentía un poco más cómoda. Leyó sobre las distintas especies, y aunque todavía le temía, comenzó a sentirse intrigada. Un día, decidió hacer un pequeño cuaderno donde dibujaba las mariposas que veía, y aunque cada vez le costaba un poco más acercarse a ellas, iba aprendiendo a observarlas desde lejos.
Un caluroso día de primavera, Clara decidió invitar a sus amigos a una exploración por el bosque. "Quiero mostrarles algo. Espero que no se rían de mí" - dijo Clara, nerviosa.
"Nunca, Clara, siempre te apoyamos" - le contestó Simón, sonriendo mientras todos se reunían.
Una vez en el bosque, Clara se sintió un poco abrumada. "Voy a intentar acercarme a las mariposas, pero no sé si podré" - confesó.
"¡Sí podés! Estamos aquí para ayudarte" - animó Sofía.
Caminando entre los árboles y las flores, Clara se detuvo al ver un grupo de mariposas revoloteando a su alrededor. Su corazón latía como un tambor. "Voy a contar hasta tres y lo intentaré" - resolvió. "Uno, dos, tres…" Y en ese momento, extendió su mano. Para su sorpresa, una mariposa violeta se acercó volando hacia su palma. Clara sintió una chispa de alegría y asombro al sentir su suave alita.
"¡Lo logré!" - gritó Clara, mientras sus amigos aplaudían y reían de felicidad.
"¡Mirá qué hermosa!" - exclamó Simón, mientras todos se acercaban para admirar la mariposa.
Esa fue una tarde mágica. Clara había vencido su miedo, y lo había hecho rodeada de sus amigos. Desde entonces, el parque del pueblo se llenó de risas, juegos y… mariposas. Clara ya no tenía miedo, ahora eran sus amigas que venían a visitar y adornar su mundo.
Clara aprendió que a veces nuestros miedos pueden parecer grandes, pero con un poco de valentía y el apoyo de amigos, podemos superar cualquier obstáculo. Y así, en Florentino, el sol brillaba aún más porque Clara había encontrado belleza en lo que una vez le dio miedo: las mariposas.
Fin.
FIN.