El vuelo de Lola
Había una vez en un hermoso jardín, una mariposa llamada Lola. Ella vivía feliz junto a su familia, revoloteando de flor en flor y disfrutando del sol y la brisa fresca.
Sin embargo, Lola siempre había sentido curiosidad por lo que había más allá de los límites del jardín. Un día, mientras sus hermanas se dedicaban a recolectar néctar, Lola decidió alzar el vuelo y aventurarse más lejos.
Se despidió con un aleteo nervioso y emprendió su viaje hacia lo desconocido. Mientras volaba entre los árboles y arbustos, se encontró con insectos de todas las formas y colores imaginables. - ¡Hola! ¿Quiénes son ustedes? -preguntó Lola emocionada. - ¡Hola, pequeña mariposa! Somos hormigas trabajadoras.
Estamos reagarrando comida para nuestra colonia -respondieron las hormigas con amabilidad. Lola observó maravillada cómo las hormigas trabajaban en equipo para llevar migajas de comida hasta su hormiguero.
Intrigada por la solidaridad de aquellos diminutos insectos, decidió seguir explorando en busca de nuevas aventuras. Continuó volando hasta llegar a un estanque donde vio a unas libélulas danzar sobre el agua cristalina. - ¡Qué hermoso baile realizan! ¿Puedo unirme? -preguntó Lola tímidamente.
- ¡Por supuesto! Siempre es bueno tener nuevos amigos con quienes compartir nuestra alegría -respondieron las libélulas al unísono. Lola se sumergió en el mágico baile acuático junto a las libélulas, sintiéndose parte de algo especial y único.
Después de despedirse con gratitud, continuó su travesía encontrándose con abejas laboriosas que fabricaban miel y mariquitas que protegían los cultivos devorando pulgones dañinos. Cada nuevo encuentro llenaba el corazón de Lola de asombro y aprendizaje. Había descubierto un mundo fascinante más allá del jardín donde había crecido.
Sin embargo, pronto comenzó a extrañar a su familia y se dio cuenta de que anhelaba regresar a casa para compartir todo lo que había aprendido.
Con renovadas fuerzas emprendió el camino de regreso al jardín donde finalmente reencontró a sus seres queridos. Todos la recibieron con alegría y escucharon maravillados cada una de sus historias sobre sus aventuras fuera del hogar.
Desde ese día, Lola siguió siendo una mariposa curiosa e intrépida, pero ahora valoraba aún más la importancia del hogar y la familia.
Aprendió que siempre hay algo nuevo por descubrir si nos atrevemos a salir de nuestra zona de confort, pero también comprendió que el verdadero tesoro está en compartir nuestras experiencias con aquellos que amamos.
FIN.