El vuelo de Lola y el hada Celeste
Había una vez en un pequeño pueblo llamado Villa Esperanza, una niña llamada Lola que siempre soñaba con volar. Desde que era muy pequeña, miraba al cielo y se imaginaba surcando las nubes como un pájaro.
Un día, mientras paseaba por el parque del pueblo, Lola encontró a un viejito muy simpático sentado en un banco alimentando a las palomas. El viejito se llamaba Don Manuel y tenía la barba blanca como la nieve.
"¡Hola, niña curiosa! ¿Qué es lo que tanto te hace mirar al cielo con esos ojos brillantes?", preguntó Don Manuel con una sonrisa amable.
Lola le contó a Don Manuel sobre su sueño de volar y cómo anhelaba conocer el mundo desde las alturas. El viejito escuchó atentamente y luego le dijo:"Sé de alguien que puede ayudarte a hacer tu sueño realidad.
En lo profundo del bosque encantado vive el hada Celeste, ella tiene el poder de conceder deseos a aquellos que tienen un corazón puro y valiente. "Lola emocionada por esta noticia decidió emprender su viaje hacia el bosque encantado.
Durante su travesía se enfrentó a diversos desafíos como cruzar ríos caudalosos, escalar montañas empinadas y sortear criaturas mágicas que custodiaban el camino. Pero con determinación y coraje logró llegar hasta la morada del hada Celeste. El hada Celeste era hermosa, con alas transparentes que brillaban como diamantes al sol.
Al ver a Lola frente a ella le preguntó:"Pequeña aventurera, ¿cuál es tu deseo más grande?"Lola le habló sobre su anhelo de volar y explorar el mundo desde las alturas.
El hada Celeste asintió con una sonrisa y agitando su varita mágica envolvió a Lola en una luz resplandeciente. En cuestión de segundos, Lola sintió cómo sus pies abandonaban el suelo y empezaba a elevarse por los cielos.
"¡Estoy volando!", exclamó emocionada mientras veía cómo las casas y árboles se hacían cada vez más pequeños bajo sus pies. Durante su vuelo, Lola descubrió la belleza de paisajes nunca antes vistos: lagos cristalinos, praderas coloridas y montañas cubiertas de nieve. Se sentía libre como nunca antes lo había estado.
Al atardecer, cuando el sol comenzaba a ocultarse en el horizonte, Lola descendió lentamente hasta posarse nuevamente en tierra firme junto al viejito Don Manuel quien la esperaba pacientemente en el parque. "¿Cómo fue tu aventura?" preguntó Don Manuel con una sonrisa cómplice.
Lola no podía contener su emoción al relatarle todo lo vivido durante su increíble vuelo por los cielos.
Desde ese día, cada tarde después de la escuela, Lola visitaba al viejito Don Manuel para contarle sobre sus nuevas experiencias volando por los cielos.
Y así fue como Lola aprendió que con valentía, determinación y un corazón puro se pueden alcanzar los sueños más extraordinarios; porque cuando uno cree firmemente en sí mismo ¡todo es posible! Y aunque ya no necesitara del hada Celeste para volar físicamente; siempre conservaría esa sensación maravillosa de libertad e ilusión dentro de su corazón.
FIN.