El Vuelo de los Sueños



Siempre que miro al cielo, me acuerdo de aquel día en que todo cambió. Era un día claro y soleado, y mientras paseaba por el bosque cerca de mi casa, me encontré con un viejo avión de madera que había estado olvidado bajo un manto de ramas y hojas. La curiosidad me llevó a acercarme, y con un poco de esfuerzo, logré abrir la puerta. – “¿Quién estará arriba en este avión? ” – pensé.

Sin dudarlo, subí a bordo. Estaba lleno de polvo, pero aún conservaba un aire de maravilla y de aventuras. Sentándome en el asiento del piloto, cerré los ojos e imaginé que volaba por encima de las nubes. – “Vamos a despegar, pequeños sueños”, susurré.

De repente, sentí un ligero temblor. Abrí los ojos y, ¡sorpresa! El avión comenzó a moverse. – “¿Qué está pasando? ” – grité. Aquel viejo aparato empezó a elevarse lentamente, dejándome asombrado. Antes de que pudiera comprenderlo, me encontré volando sobre un paisaje hermoso, lleno de montañas, ríos brillantes y un océano interminable.

Mientras volaba, escuché una voz suave. – “Bienvenido a todos los sueños que has olvidado”. Era un pequeño ser con alas de mariposa, flotando a mi lado. – “Soy Susurrus, el guardián de los sueños”, dijo con una sonrisa confiada.

– “¿Qué quieres decir con que he olvidado? ” – pregunté con un tono curioso.

– “Tus sueños son poderosos, pero con el tiempo, a veces, los guardamos en el fondo de nuestro corazón. Hoy es el día para que vuelvas a descubrirlos”, explicó mientras señalaba un horizonte lleno de color.

Y así, el avión me llevó a un mundo mágico, donde cada nube era un sueño perdido. En una de ellas, vi a un niño que soñaba con ser un gran artista. Cuando el avión aterrizó, lo vi dibujando en el aire. – “¡Eso es maravilloso! ¿Por qué no lo haces en la tierra? ” – le pregunté.

– “Miedo a fallar. La gente se ríe de un dibujo poco perfecto”, me confesó.

– “No dejes que eso te detenga. Cada artista tiene que empezar por algún lugar. ¡Dibuja tu sueño sin miedo! ” – lo animé, y con una chispa en sus ojos, comenzó a trazar su primer gran cuadro.

Continuamos nuestro vuelo y encontramos otra nube donde una niña soñaba con ser una científica. Ella estaba confundida. – “No sé si soy lo suficientemente buena”, murmuró.

– “Todos los científicos experimentan, a veces falla, a veces aciertan. ¡Pero siempre aprenden! ” – le dije. Su rostro iluminó mientras comenzaba a escribir en un cuaderno, llena de ideas.

Cada nube que visitábamos traía a alguien que había olvidado su sueño. Les di pequeñas palabras de aliento. – “Recuerden, los sueños son como las estrellas: a veces, están ocultos por las nubes, pero siempre están ahí, esperando ser brillantes”.

De repente, el avión comenzó a descender, pero esta vez no era miedo lo que sentía. – “¿Regresamos ya? ” – pregunté.

– “Sí, pero ahora llevas contigo más que solo un viaje. Llevas un recordatorio de tus propios sueños”, respondió Susurrus.

Al aterrizar, sentí que el viejo avión, que ahora conocía como el “Vuelo de los Sueños”, me había dado un regalo invaluable. Ya no temía soñar, ni dejar que el miedo me detuviera. Encuentro la belleza en crear y en intentar. Desde aquel día, cada vez que miro al cielo, imagino los sueños que debo seguir persiguiendo, y un pequeño rincón en mi corazón siempre estará volando por las nubes.

Y así, aprendí que todos tenemos un sueño que llevar a cabo. Ya sea ser un artista, un científico o cualquier cosa que nos haga sentir completos. ¡No dejes que nadie apague tu luz! Siempre es el momento perfecto para volver a soñar.

FIN.

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