El Vuelo de Luna



En un pequeño pueblo rodeado de montañas y flores, vivía una niña llamada Luna. Desde que tenía memoria, soñaba con bailar ballet como las mariposas que danzaban bajo la luz de la luna. Sin embargo, había un problema: Luna sentía que algo le faltaba. La alegría de bailar se había convertido en un vacío emocional, y cada vez que intentaba moverse como las mariposas, su cuerpo parecía pesado y sin vida.

Una tarde, mientras paseaba por el bosque cercano, Luna se encontró con una bruja enigmática. Era una mujer de cabellos plateados que brillaban como estrellas y vestía una capa de tonos violetas.

- “¿Buscas algo, pequeña? ” - preguntó la bruja con voz suave.

Luna, intrigada y un poco asustada, se acercó.

- “Quiero bailar. Quiero sentir las emociones que me permitan volar como las mariposas.” - dijo con determinación.

La bruja sonrió, pero sus ojos reflejaban una sabiduría profunda.

- “Puedo ayudarte, Luna. Te prometo que sentirás cada emoción que anhelas, pero a cambio, tendrás que entregarme tu libertad durante un tiempo.”

Luna pensó en su sueño y en lo que estaba dispuesta a hacer. Sabía que esa podrían ser su única oportunidad.

- “Acepto.” - respondió sin dudar.

La bruja levantó su varita y, en un destello de luces suaves, el aire se llenó de melodías mágicas. Luna sintió un temblor en su corazón: risas, alegría, tristeza, amor y todo lo que había anhelado comenzó a fluir a través de ella. El vacío que había sentido se llenó de luz.

- “Recuerda, Luna. Cada emoción tiene su momento y lo que sientes a veces puede ser abrumador. Usa tu nuevo don con sabiduría.” - advirtió la bruja.

Luna comenzó a bailar. En su primer ensayo, sintió la tristeza de una mariposa que no podía volar y, en el siguiente, la alegría de una danza bajo la luna llena. Pero a medida que pasaba el tiempo, comenzó a notar que sentía emociones intensas que la desbordaban. Sus compañeros de baile la miraban con preocupación y curiosidad.

Una noche, mientras ensayaban, se sintió tan alegre que, sin darse cuenta, la risa se convirtió en llanto, y su danza se tornó errática.

- “¡Luna! ¿Estás bien? ” - le preguntó su amiga Ana.

- “¡No sé! Me siento tan feliz y triste al mismo tiempo.” - respondió Luna, preocupándose.

Esa noche, mientras miraba la luna desde su ventana, se dio cuenta de algo importante: antes de aceptar el trato con la bruja, había olvidado lo que era ser ella misma. La libertad que había entregado la había hecho olvidar quién era realmente.

Decidida a recuperar su libertad, Luna volvió a buscar a la bruja.

- “He sentido muchas cosas, y ahora entiendo que necesito la libertad para poder ser feliz.” - dijo, mirando a su alrededor con firmeza.

La bruja, con una expresión comprensiva, empezó a desvanecerse.

- “Hay un precio que pagar, Luna. Pero recuerda, las emociones son parte de ti, no algo ajeno. Solo tú decides cómo vivirlas.”

Con un toque de su varita, liberó a Luna del trato. Pero antes de irse, le dejó un regalo: una cinta de ballet tejida con hilos mágicos que simbolizaban todas las emociones que había sentido.

Luna tomó la cinta y, en su primer baile tras recuperar su libertad, danzó con una ligereza desconocida. Cada paso era una mezcla de melodías: la tristeza y la alegría no eran enemigas, sino compañeras en su danza. Aprendió a expresar lo que sentía, a aceptar cada emoción sin miedo.

Ahora bailaba como las mariposas bajo la luna, pero sabía que su verdadero poder venía de dentro. Y cada vez que se sentía perdida, recordaba las enseñanzas de la bruja: las emociones son parte de la vida, y en la libertad de ser auténtica, encontró su verdadero vuelo.

Desde entonces, Luna se convirtió en una bailarina mágica, no solo por las emociones que sentía, sino por la historia que llevaba en su corazón. Y cada vez que bailaba, todos en el pueblo podían ver no solo a una pequeña que danzaba bajo la luna, sino a una niña que había aprendido a volar con sus propias alas.

FIN.

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