El Vuelo del Alma



Había una vez un pájaro llamado Tico, que vivía en un conocido parque de Buenos Aires. Tico era un ave de plumas brillantes, amarillas como el sol, y siempre soñaba con volar más alto que nadie. Sin embargo, había un problema: Tico no sabía cómo desprenderse de sus temores.

Un día, mientras posaba en una rama, conoció a una tortuga sabia llamada Doña Tula.

"¿Por qué estás tan triste, pajarito?" - le preguntó Doña Tula, mientras tomaba un sorbo de agua de un charquito cercano.

"Quiero volar alto, sentir la libertad, pero tengo miedo de caer. No sé si puedo hacerlo" - respondió Tico, con un susurro de inseguridad.

Doña Tula pensó por un momento y le dijo:

"A veces, para volar, hay que aprender a dejar ir lo que no nos deja avanzar. ¿Qué te impide despegar?"

Tico miró a su alrededor; todas las aves a su alrededor se lanzaban al aire con alegría. Pero al pensar en sus posibles caídas, sus alas comenzaban a pesarle más.

"Mis temores me atrapan en el suelo. Siento que si no tengo miedo, podría volar, pero no sé cómo." - confesó Tico.

Conmovida por su sinceridad, Doña Tula le ofreció un consejo:

"Te propongo un ejercicio. Cada vez que sientas miedo, intenta recordar un momento en el que te sentiste seguro, aunque sea pequeño. Luego, usa eso como impulso para ayudarte a despegar. ¿Te animas?"

Tico sonrió levemente y aceptó el reto. Comenzó a recordar pequeñas alegrías: un cálido día de sol en el que se posó en la mano de un niño o el momento en que el viento acarició sus plumas por primera vez. Con cada recuerdo, su deseo de volar se hacía más fuerte.

Al día siguiente, decidió intentarlo. Se subió a una rama alta y, temblando de emoción, miró hacia el cielo.

"¡Vamos, Tico!" - se animó a sí mismo.

Pero al ver la altura, las dudas comenzaron a invadirlo de nuevo.

"¿Y si caigo?" - pensó, casi a punto de rendirse.

De repente, escuchó la voz suave de Doña Tula desde el suelo.

"¡Recuerda, pequeño! Tu valentía está dentro de ti, y solo tú puedes liberarla. ¡Confía!"

Con esas palabras resonando en su mente, Tico cerró los ojos, recordó ese momento de felicidad y abrió las alas con fuerza. En un instante, se lanzó al aire. El viento lo envolvió como un abrazo y, con gran sorpresa, se dio cuenta de que podía volar.

"¡Estoy volando!" - gritó, lleno de alegría.

Se elevó más alto de lo que imaginó, sintiéndose libre como nunca. Desde las nubes, pudo ver el parque como un enorme mosaico de colores. Los árboles, las flores y hasta las sonrisas de la gente abajo parecían danzar a su ritmo.

Después de un rato, decidió volver a la tierra, y al aterrizar, Doña Tula lo esperaba con una gran sonrisa.

"Lo hiciste, Tico. Has aprendido a dejar ir tus miedos" - dijo orgullosa.

"¡Sí! Ahora sé que la libertad comienza con el valor de enfrentar lo que nos detiene!" - exclamó, emocionado.

Desde ese día, Tico volaba todos los días, siempre recordando lo importante que es dejar ir los temores para alcanzar sus sueños. Con la ayuda de Doña Tula, se convirtió en un símbolo de libertad para los demás animales del parque.

"¡Tico, enséñanos a volar!" - pedían las aves más pequeñas.

Y así, Tico no solo aprendió a volar, sino que también se dedicó a ayudar a otros a liberar sus alas. Juntos, descubrieron que, con un poco de valentía y apoyo, todos pueden aprender a volar y sentir la verdadera libertad del alma.

FIN.

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