El vuelo del amor propio
Había una vez en un hermoso parque de la ciudad de Buenos Aires, una palomita llamada Panchito. Panchito era muy juguetón y siempre estaba buscando nuevos amigos con quienes divertirse.
Sin embargo, cada vez que se acercaba a otros animales del parque para invitarlos a jugar, recibía rechazo. Un día soleado, Panchito decidió acercarse a un grupo de conejitos que estaban saltando y correteando por el césped.
Con mucha ilusión, se les acercó y les dijo: "¡Hola! ¿Les gustaría jugar conmigo?". Pero los conejitos lo miraron con desdén y uno de ellos respondió: "No queremos jugar contigo, eres solo una paloma aburrida". Panchito sintió su corazón enagarrarse ante las palabras hirientes de los conejitos.
Se alejó triste y decepcionado, preguntándose qué tenía de malo él. Caminó por el parque sin rumbo fijo hasta llegar al estanque donde vivían los patos. Se sentó en la orilla del agua y suspiró profundamente.
En ese momento, vio su reflejo en el agua cristalina del estanque.
Observó detenidamente su imagen y se dio cuenta de algo importante: ¡él era único! Tenía plumas suaves y brillantes, ojos curiosos y un pico afilado que le permitía buscar comida deliciosa. Panchito entendió que no necesitaba la validación de otros animales para sentirse especial. Decidió comenzar a amarse a sí mismo tal como era.
A partir de ese momento, se prometió ser más cuidadoso con sus sentimientos y no permitir que las palabras negativas de otros lo afectaran. Con su nueva actitud, Panchito se sintió empoderado y decidió seguir explorando el parque en busca de nuevas aventuras.
Se acercó a un grupo de ardillas que estaban saltando entre los árboles y les dijo: "¡Hola! Soy Panchito, ¿les gustaría jugar al escondite?". Las ardillas lo miraron sorprendidas pero luego sonrieron y aceptaron su invitación.
Panchito pasó horas jugando con las ardillas, trepando árboles y riendo sin parar. Los días siguientes fueron similares, Panchito encontraba nuevos amigos con quienes compartir juegos divertidos. Aprendió a respetar sus propios límites y a escuchar su corazón cuando algo no le parecía correcto.
Un día, mientras volaba por el parque en busca de aventuras, vio a los conejitos que anteriormente lo habían rechazado. Esta vez estaba dispuesto a demostrarles cuánto había crecido emocionalmente.
Se acercó a ellos con una sonrisa en el pico y les dijo: "Hola chicos, ¿me perdonan si alguna vez los molesté? He aprendido mucho sobre el amor propio y ahora sé que cada uno de nosotros es especial". Los conejitos quedaron sorprendidos por la madurez de Panchito y decidieron darle una oportunidad.
Jugaron juntos durante horas y se divirtieron como nunca antes lo habían hecho. Desde aquel día, Panchito siguió siendo un ave amigable y juguetona en el parque.
Pero ahora, además de buscar la diversión con otros animales, también se aseguraba de cuidar sus propios sentimientos y mantenerse fiel a sí mismo. Panchito demostró que el amor propio es fundamental para ser feliz y encontrar verdaderos amigos.
Aprendió a valorarse tal como era y a no dejar que las opiniones negativas lo afectaran. Y así, nuestra querida palomita enseñó una valiosa lección a todos los animales del parque: cada uno de nosotros merece amor y respeto, incluyéndonos a nosotros mismos.
FIN.