El Vuelo del Cóndor y la Imilla
En un hermoso valle argentino, lleno de flores coloridas y ríos cantarinos, vivía una joven llamada Imilla. Era una chica curiosa, siempre deseando explorar las montañas que se elevaban majestuosamente en el horizonte. Un día, mientras paseaba, un gran cóndor sobrevoló el valle, con sus alas extendidas como un manto. Atraída por su belleza, Imilla levantó la vista y exclamó:
- ¡Qué ave tan impresionante! ¿Alguna vez volaste tan alto como las nubes?
El cóndor, que se posó en una roca cercana, sonrió y respondió:
- Sí, pequeña, he volado sobre las montañas y he visto cosas que nunca te imaginas. ¿Te gustaría conocer el cielo desde arriba?
La emoción iluminó el rostro de Imilla.
- ¡Sí! Pero, ¿cómo puedo hacerlo?
- Tómame del ala y no temas. Te llevaré a un viaje especial.
Sin pensarlo dos veces, Imilla se acercó, tomó el ala del cóndor y, con un fuerte aleteo, el cóndor la levantó hacia el cielo. Las nubes las rodeaban, y la vista del valle se convertía en un paisaje en miniatura.
- ¡Mirá! ¡Todo se ve tan pequeño desde aquí!
El cóndor rió suavemente y dijo:
- Así es, a veces necesitamos tomar distancia para ver las cosas con claridad.
Volaron alto, disfrutando del viento fresco. Pero pronto, las nubes se tornaron oscuras y comenzó a llover. Imilla comenzó a temer.
- ¡Cóndor! ¿Qué vamos a hacer? ¡No quiero caer!
- No temas, Imilla. Recuerda que siempre hay algo que aprender en cada experiencia,
El cóndor buscó refugio en una cueva cercana. Cuando se asentaron, Imilla se dio cuenta de que, aunque el clima era tormentoso, la cueva tenía hermosas estalactitas brillando con la luz de la lluvia.
- ¡Qué lugar tan mágico! - exclamó.
El cóndor sonrió nuevamente.
- A veces, las dificultades nos llevan a descubrir cosas maravillosas. Cuando sientas miedo, busca el lado positivo.
Después de un rato, la tormenta se disipó y el sol volvió a brillar. Salieron de la cueva y continuaron su vuelo. Ahora, Imilla podía ver el impresionante arcoíris que había formado la lluvia.
- ¡Mirá el arcoíris! ¿Es un puente hacia otro mundo? - preguntó.
- Puede ser un puente, o un lazo que une lo que creías perdido. Siempre recuerda que hay diferentes perspectivas en cada situación.
Así, el cóndor llevó a Imilla a otro pico montañoso, donde el aire era fresco y el horizonte infinito.
- Este es el lugar más alto que jamás he estado. ¡Gracias, cóndor! - dijo Imilla con alegría.
Pero, al mirar hacia abajo, comenzó a sentir miedo nuevamente.
- ¿Y si no puedo volver? ¿Y si me caigo?
El cóndor la miró con dulzura y dijo:
- Imilla, el mayor vuelo no es solo el que hacemos en el cielo, sino también el que damos al superar nuestros miedos. Confía en ti misma.
Imilla, sintiendo fuerza en su interior, se dio cuenta de que tenía alas propias. Aprendió a creer en sí misma y a asumir los desafíos.
Finalmente, el cóndor la llevó de regreso al valle. Al llegar, Imilla se sintió diferente. Tenía una nueva perspectiva de la vida.
- ¡Gracias, cóndor! No solo volé, sino que aprendí a ver la belleza de enfrentar mis miedos.
El cóndor, con una mirada sabia, respondió:
- Recuerda siempre, joven amiga, que el verdadero valor está en el corazón de quien vuela.
Desde ese día, Imilla no solo miraba al cielo con admiración, sino que también se atrevía a soñar, a buscar aventuras y a buscar lo mágico en cada experiencia.
Y así, el valle se llenó de historias sobre la valentía de Imilla y su increíble viaje con el cóndor. Todos aprendieron de ella que en cada dificultad hay una oportunidad de crecer y descubrirse a uno mismo.
FIN.