El Vuelo Maravilloso de Tomás
Era un hermoso día soleado cuando Tomás, un niño de diez años, subió al avión emocionado. Era su primer viaje solo a visitar a su abuela en la colorida ciudad de Buenos Aires. Tomás miraba por la ventana, con los ojos bien abiertos, mientras el avión despegaba.
"¡Mirá, mamá! ¡Las nubes parecen algodones de azúcar!" - exclamó, girando su rostro hacia su madre, que estaba a su lado.
"Sí, Tomás, ¡pero también tenemos que abrocharnos los cinturones!" - le recordó su madre con una sonrisa.
Mientras el avión ascendía, Tomás soñaba con las aventuras que tendría con su abuela. De repente, un estruendo atronador resonó. El avión tembló y algunas luces parpadearon, causando que varios pasajeros se asustaran.
"¿Qué fue eso?" - preguntó Tomás, asustado.
La azafata, una mujer de cabello rizado y amable, se acercó rápidamente.
"Todo está bien, señores. Solo un pequeño problema técnico que estamos manejando. Por favor, mantengan la calma." - dijo intentando tranquilizar a los pasajeros.
Tomás miró a su alrededor. Todos parecían nerviosos, pero él decidió ser valiente. Recordó lo que su abuela siempre le decía: "La valentía no es la ausencia de miedo, sino la decisión de enfrentar el miedo".
Tomás respiró hondo y, en lugar de asustarse, miró por la ventana y se concentró en lo que veía. Había enormes montañas y ríos que brillaban bajo el sol.
"¡Mirá ese río!" - dijo a su madre "¡Parece una serpiente plateada!"
Su madre sonrió. El ruido del motor había disminuido un poco, y la azafata había vuelto para asegurarse de que todo estuviera bien.
"¿Puedo ayudar en algo?" - preguntó Tomás, levantando la mano.
La azafata, sorprendida por la valentía del niño, dijo:
"Por supuesto, Tomás. Necesitamos que todos los pasajeros vuelvan a sus asientos y se pongan los cinturones de seguridad. Pero me encantaría que me ayudaras a contar cuántos pasajeros tenemos a bordo. ¿Te parece?"
Tomás asintió emocionado y, con la ayuda de la azafata, comenzó a contar. Mientras lo hacía, se sintió útil y como un pequeño héroe.
Una vez que todos estaban seguros, el capitán del avión habló por los altavoces:
"Queridos pasajeros, hemos tenido una pequeña falla en uno de los motores, pero el piloto está manejando la situación. Solo les pedimos que permanezcan tranquilos. Su seguridad es nuestra prioridad. Vamos a aterrizar en el aeropuerto más cercano como medida de precaución. Gracias por su comprensión.”
Tomás sintió un alivio y continuó con su tarea de contar a los pasajeros, lo que ayudó a distraer a todos del miedo. Finalmente, el avión aterrizó sin problemas, y las personas comenzaron a aplaudir. Tomás sintió una gran emoción, como si hubiera sido parte de algo mucho más grande.
Ya en tierra, la azafata se acercó a Tomás.
"Quiero darte las gracias por tu valentía y tu ayuda. Has sido un gran compañero durante el vuelo. Te mereces un premio. ¿Qué tal si te regalo un pequeño juguete de avión?"
Tomás sonrió de oreja a oreja y aceptó felizmente el regalo, pero lo que realmente había ganado era el valor y la confianza en sí mismo que había descubierto en esa situación inesperada.
Al llegar a casa de su abuela, Tomás no podía esperar para contarle todo lo que había vivido.
"¡Abuela! ¡El avión tuvo un problema, pero hice de ayudante y todo salió bien!" - le dijo emocionado.
"Esa es mi gran aventura, Tomás. Siempre recuerda que la valentía se mide en cómo enfrentamos nuestros miedos. ¡Estoy orgullosa de ti!"
Y así, Tomás aprendió que incluso en situaciones difíciles, siempre se puede encontrar una forma de ser valiente y útil. Y además, que la familia siempre está allí para celebrar nuestras pequeñas victorias.
Desde ese día, Tomás nunca dejó de contar sus aventuras a su abuela, una historia más emocionante que la anterior, y siempre recordando que cada día puede ser una nueva aventura.
FIN.