El vuelo valiente de Rosita, Celeste y Sol


Había una vez en la hermosa llanura de la Pampa Argentina, un flamenco llamado Federico. Federico era un ave muy especial, con sus plumas rosadas y su elegante porte, siempre destacaba entre los demás animales.

Un día, mientras Federico caminaba por la orilla de un lago, encontró tres pequeños huevos abandonados. Sabiendo que esos huevos eran de flamenco, decidió tomarlos bajo su cuidado y protección.

Los llevó a su nido y se convirtió en el padre adoptivo de las crías. Pasaron los días y las crías comenzaron a romper sus cascarones.

Para sorpresa de Federico, cada una tenía un color distinto: una era rosada como él, otra azul como el cielo y la última amarilla como el sol. Federico les dio nombres a sus hijos adoptivos: Rosita para la cría rosada; Celeste para la cría azul y Sol para la cría amarilla.

A medida que crecían, Federico les enseñaba todo lo que sabía sobre volar alto en los cielos y ser fuertes como él. Pero había algo que preocupaba a Federico: Rosita era muy tímida y siempre se escondía detrás de sus hermanos cuando alguien se acercaba al nido.

Esto entristecía mucho a Federico porque sabía que Rosita tenía tanto potencial como sus hermanos. Un día llegó al lago una bandada de gansos migratorios quienes estaban buscando nuevos miembros para unirse a ellos en su viaje hacia tierras más cálidas.

Los gansos eran conocidos por su destreza en el vuelo y Federico vio en esto una oportunidad para que sus hijos aprendieran aún más. Federico se acercó a los gansos y les pidió si podrían enseñar a sus hijos a volar como ellos.

Los gansos aceptaron encantados y comenzaron a entrenar a Celeste y Sol, quienes rápidamente aprendieron las técnicas de vuelo. Sin embargo, Rosita seguía escondida detrás de sus hermanos, pensando que nunca sería capaz de volar tan alto como ellos.

Federico decidió hablar con ella:"Rosita, hija mía, sé que eres tímida pero tienes tanto potencial como tus hermanos. No tengas miedo de intentarlo. "Rosita miró a su padre con ojos llenos de duda pero decidió confiar en él.

Juntos fueron al lago donde los gansos estaban entrenando y Rosita dio su primer paso hacia la superación. Los días pasaron y Rosita se convirtió en una flamenco valiente e intrépida.

Aprendió todas las técnicas de vuelo junto a sus hermanos y pronto fue capaz de volar tan alto como cualquier otro flamenco.

La noticia del increíble progreso de Rosita llegó hasta la bandada migratoria de los gansos, quienes decidieron invitarla a unirse a ellos en su viaje hacia tierras cálidas. Y así fue como Rosita dejó el nido junto a sus nuevos amigos. Federico estaba orgulloso de todas sus crías, cada una con su propio color y personalidad única.

Sabía que había hecho lo correcto al adoptarlos y enseñarles todo lo que sabía. Y así, el flamenco y sus crías demostraron que con perseverancia y confianza en uno mismo, se pueden superar cualquier obstáculo.

Cada uno de ellos encontró su propio camino en la vida y siempre recordaron los valiosos consejos de Federico: volar alto y nunca dejar de creer en sí mismos.

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