El Zapallo Gigante de la Abuela Carmela


Había una vez en un pequeño pueblo del campo, una abuela llamada Carmela. Ella tenía su huerta donde cultivaba todo tipo de verduras y hortalizas para vender en la feria del pueblo.

Pero lo que más le gustaba cultivar eran los zapallos, ya que siempre le daban muy buenos resultados. Un día, mientras revisaba sus plantaciones de zapallos, notó uno que era mucho más grande que los demás. Era tan grande que parecía un balón de fútbol.

La abuela se sorprendió tanto al verlo que empezó a saltar y gritar emocionada. -¡Miren este zapallo! ¡Nunca había visto algo así! -dijo la abuela emocionada mientras señalaba el enorme fruto a su nieto Tomás.

Tomás estaba igualmente impresionado por el tamaño del zapallo y también empezó a saltar de alegría junto con su abuela. La noticia rápidamente se esparció por todo el pueblo y todos querían ver el famoso "zapallo gigante" de la abuela Carmela.

Incluso algunos periodistas locales llegaron para hacer entrevistas y tomar fotos.

Pero eso no fue todo, porque unos días después, recibieron una carta del concurso nacional de agricultura diciendo que habían sido seleccionados como finalistas para competir por el premio al mejor cultivo de zapallo del país. La abuela estaba tan emocionada que decidió viajar a la ciudad con Tomás para participar en la competencia.

Allí se encontraron con muchos otros agricultores talentosos pero ninguno tenía un zapallo tan grande como el suyo. Cuando llegó el momento decisivo, anunciaron al ganador y para sorpresa de todos, la abuela Carmela había ganado el primer premio.

Pero lo más emocionante fue que no solo recibió un premio sino dos: uno por tener el zapallo más grande y otro por ser la persona más amable y cariñosa del concurso. La abuela estaba tan feliz que empezó a llorar de emoción mientras Tomás le daba un fuerte abrazo.

Desde ese día en adelante, la abuela se convirtió en una leyenda local y todos los niños del pueblo querían aprender a cultivar zapallos como ella.

La abuela les enseñó todo lo que sabía sobre agricultura y siempre recordaba a sus alumnos que lo más importante era tener paciencia, dedicación y amor por la tierra. Y así termina nuestra historia, con una gran enseñanza para todos: nunca subestimes el poder de la naturaleza ni el valor del trabajo duro.

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