El Zapato de Medianoche



Había una vez en un reino lejano, un príncipe llamado Felipe que soñaba con encontrar el amor verdadero. Cada noche, el joven pasaba horas mirando al cielo estrellado, preguntándose si algún día conocería a la persona que haría latir su corazón. Un día, el rey, su padre, organizó un gran baile en el palacio y Felipe sabía que sería la oportunidad perfecta para conocer a esa chica especial.

Mientras tanto, en una modestísima casa junto al bosque, vivía una joven llamada Clara. Tenía una madrastra muy estricta que la obligaba a hacer todas las tareas de la casa. A pesar de su vida dura, Clara siempre mantenía una actitud positiva. Su única amiga era Ada, una hada madrina que se la pasaba ayudando a los necesitados.

Una noche, Clara le confió a Ada su deseo de asistir al baile del príncipe.

"¡Oh, Ada!", suspiró Clara. "¿Por qué tengo que quedarme aquí en lugar de poder ir a conocer al príncipe?"

"No te preocupes, Clara. Yo te ayudaré. ¡Tienes un corazón puro y mereces ser feliz!"

"Pero no tengo vestido ni zapatos", se lamentó Clara.

Ada, con un toque mágico, hizo aparecer un hermoso vestido y unos zapatos brillantes. Sin embargo, había una advertencia:

"Recuerda, Clara, debes regresar antes de la medianoche, o el hechizo se desvanecerá y todo volverá a ser como antes".

Clara, emocionada, asistió al baile. Todos los ojos estaban puestos en ella. Cuando el príncipe Felipe la vio, se quedó asombrado. Pronto se acercó a ella.

"¿Te gustaría bailar, señora?"

"Me encantaría, Su Alteza", respondió Clara, sonrojándose.

Danzaron juntos hasta que Clara notó que el reloj de la torre comenzaba a sonar.

"¡Oh, no! Debo irme, el hechizo..."

En un apuro, Clara corrió hacia la salida y, en su camino, dejó caer un zapato. Sin tiempo para volver, huyó hacia el bosque.

Al día siguiente, el reino entero estaba alborotado. El príncipe, decidido a encontrar a la dueña del zapato, comenzó a recorrer cada casa. Cuando llegó a la casa de Clara, su madrastra intentó esconderla, pero una vez más, Ada, en forma de rocío brillante, hizo que la verdad saliera a la luz.

"¡Clara!", exclamó el príncipe al verla. "Tu zapato fue el que encontré, ven aquí".

Clara se acercó timidamente, pero el príncipe la vio y su corazón se llenó de alegría.

"Eres tú, la chica del baile. No puedo dejarte ir ahora que te he encontrado".

La madrastra de Clara, se sintió celosa y malvada.

"No deberías permitir que una sirvienta como ella esté a tu lado, príncipe".

Pero Felipe, sin dudar, respondió:

"Agradezco tu consejo, señora, pero no busco una reina por su estatus, sino por su corazón. Clara, ¿quieres ser mi princesa?"

Clara se sonrojó, pero a la vez sonrió con felicidad.

"¡Sí, príncipe!"

Mientras todos se alegraban, la madrastra, envidiosa, se marchó de la escena. Clara, ahora en un nuevo camino, decidió que el verdadero amor va más allá de lo superficial.

Con la ayuda de Ada, Clara se convirtió en una madrastra comprensiva para los nuevos niños que llegaron al castillo.

"Ahora que al fin tengo la oportunidad de ser feliz, quiero compartirlo con todos", dijo Clara.

De esta forma, el reino floreció con amor y bondad, y Clara entendió que la verdadera magia está en el corazón verdadero, siempre dispuesto a dar sin esperar nada a cambio. El príncipe Felipe y Clara vivieron felices, y cada vez que llegaba la medianoche, se recordaban de aquel encantador baile que cambió sus vidas para siempre.

FIN.

Dirección del Cuentito copiada!