El Zorrillo y el Valor de la Amistad



Había una vez un zorrillo llamado Tito, que vivía en un bosque lleno de árboles altos y flores coloridas. Tito era un zorrillo al que le encantaba comer. Desde que se despertaba hasta que se iba a dormir, siempre estaba pensando en la próxima deliciosa comida que iba a probar. Pero había un pequeño problema: Tito, al ser tan glotón, producía unos vientos de mal olor que, aunque a él le parecían graciosos, a sus amigos no les agradaban nada.

Un día, mientras jugaban, Tito se comió un montón de bayas y, cuando sus amigos se acercaron para jugar al escondite, lanzó un viento que hizo que todos se taparan la nariz.

"¡Tito, eso apesta!" - exclamó Lucho el conejo, mientras se alejaba con una mueca de desagrado.

"¿Qué tienen de malo los vientos? ¡Son divertidos!" - respondió Tito riendo.

"Tal vez, pero no para nosotros. No sabemos por qué lo haces, pero ya no queremos jugar contigo si no cambias" - dijo Sofía la ardilla, haciendo una mueca.

Los amigos de Tito decidieron alejarse, y él se sintió solo. No entendía por qué sus amigos se habían enojado. Así que, decidió que tenía que demostrarles que podía cambiar.

Al día siguiente, Tito se despertó con una idea. Quería preparar un gran banquete para sus amigos y así recuperar su amistad. Se fue por el bosque recolectando frutas, nueces y hojas frescas. Cuando ya había juntado suficiente comida, pensó: “Si preparo el mejor picnic, tal vez me perdonen.”

Tito comenzó a cocinar para hacer deliciosos sándwiches de frutas y ensaladas con los ingredientes más frescos que había recolectado. Estaba tan emocionado que no se dio cuenta de que, mientras cocinaba, nuevamente estaba lanzando vientos. Pero esta vez, estaban acompañados de una fragancia deliciosa que venía de su comidita.

Poco a poco, sus amigos sintieron el maravilloso olor que emanaba del picnic. Lucho, la ardilla y el conejo, olfatearon curiosos.

"¿De dónde viene ese olor tan rico?" - preguntó Lucho, mientras acercaba el hocico al aire.

"No sé, pero parece que viene de donde está Tito" - respondió Sofía, intrigada.

Se acercaron, y cuando Tito los vio, se sonrojó.

"Hola amigos, hice un picnic especial para ustedes" - dijo Tito un poco nervioso.

Cuando los amigos de Tito vieron la mesa llena de comida rica, se maravillaron.

"¡Guau, Tito! Eso se ve espectacular!" - exclamó Lucho, con ojos brillantes.

"¿Y el mal olor?" - preguntó Sofía, aún un poco cauta.

- “Prometo que no habrá vientos desagradables hoy, solo un banquete lleno de risas y buenos aromas” - contestó Tito, decidido a recuperar sus amistades.

Así fue como Tito y sus amigos disfrutaron del picnic. Mientras comían, Tito se dio cuenta de que la verdadera felicidad estaba en compartir momentos juntos sin preocuparse por lo que pudiera hacerlos sentir mal.

A partir de ese día, Tito se esforzó por cuidar lo que hacía, y siempre que se sentía un poco descontrolado, recordaba a sus amigos. Juntos, aprendieron que lo más importante en la amistad es respetar a los demás y ser consciente de cómo nuestras acciones pueden afectarlos.

"Gracias, Tito. Eres un gran amigo" - dijo Sofía, mientras llenaba su pancita.

"Sigo siendo glotón, pero lo haré con cuidado" - sonrió Tito, prometiendo siempre cuidar de sus amigos y pasar momentos inolvidables juntos.

Y así, Tito el zorrillo dejó atrás su antigua costumbre y vio que el verdadero valor de la amistad no solo se trataba de compartir comida, sino también de considerarse unos a otros en cada acción.

FIN.

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