El Zorro que Se Durmió



Había una vez, en un hermoso bosque donde los árboles parecían tocar el cielo, un pequeño cerdito llamado Tito. Tito era muy astuto y siempre estaba lleno de ideas. Un día, mientras jugaba cerca de su casa, se topó con un zorro muy hambriento que lo miraba con ojos brillantes.

"¡Hola, pequeño cerdito!" - dijo el zorro, intentando sonar amigable "¿Te gustaría acompañarme a un banquete?"

"¿Un banquete?" - preguntó Tito, con un tono inocente "¿Y qué hay en el menú?"

"Tú, cerdito. Serás la estrella del festín", - respondió el zorro, lamiéndose los labios.

Tito, asustado pero muy ingenioso, se dio cuenta de que debía pensar rápido para salvar su piel.

"¿Un banquete de cerdito? No sé si sea buena idea, zorro. Pero si me ayudas a recoger algunas nueces y a armar una mesa, tal vez podríamos hacer una comida muy especial juntos, ¿no te parece?"

"Hmm, barajar nueces no suena mal... ¿Y si luego te como?" - dijo el zorro, intrigado por la propuesta de Tito.

"¡Solo un minuto, amiguito! Primero, juntamos las nueces y luego vemos, ¿te parece?" - insistió Tito, sonriendo.

El zorro, al que ya le había despertado la curiosidad, decidió aceptar. Comenzaron a recoger nueces, pero Tito hizo que el zorro trabajara mucho. Mientras Tito estaba ágil moviendo sus patitas, el zorro, acostumbrado a la vida de cazador, se sentía cada vez más cansado.

"Eh, cerdito... ¿no pensaste en hacer esto más fácil?"

"¿Cómo?" - preguntó Tito, tratando de no reírse. "¿No que querías que mi carne estuviera deliciosa? Entonces hay que trabajar en ello, aunque ahora sí se me está ocurriendo una gran idea... ¿por qué no hacemos una torre de nueces?"

"¡Sí, una torre!" - afirmó el zorro, emocionado "¿Cómo lo haremos?"

Tito comenzó a apilar huesos de nuez mientras el zorro le ayudaba, pero cada vez que el zorro levantaba las nueces, Tito dejaba caer más. El zorro, frustrado y exhausto, se sentó un momento a descansar.

"¿Vas a descansar ahora, zorro?" - preguntó Tito con una sonrisa traviesa.

"Sí, sólo un momento… estoy muy cansado", murmuró el zorro mientras cerraba los ojos.

En ese mismo instante, Tito decidió actuar con astucia. Se acercó al zorro que dormía plácidamente y le puso algunas nueces sobre su hocico. El zorro, sin darse cuenta, empezó a morder las nueces en su sueño.

"¡Mmm! Qué rico. ¡Más nueces!" - murmuró el zorro mientras sonreía en su sueño.

Pero Tito no se detuvo ahí. Agarró una ramita y comenzó a golpear suavemente las nueces que estaban junto a él para hacer un ruido que despertara al zorro. El zorro, confundido, se despertó de un salto.

"¿Qué, qué pasó?"

"Zorro, ¿te das cuenta de que ahora eres un recolector de nueces?" - dijo Tito entre risas.

"Pero yo quería comer cerdito..."

"Sí, pero ¡mirá todo lo que recolectamos!" - dijo Tito mostrándole la montaña de nueces.

El zorro, cada vez más sorprendido, empezó a entender que había mucha diversión en trabajar juntos y que lo que parecía una comida para él, se había convertido en una aventura.

"Creo que trabajar no fue tan malo. ¡De hecho, es bastante divertido!" - dijo el zorro, sonriendo por primera vez.

"Te lo dije, zorro. Juntos somos más fuertes. Ahora, ¿te gustaría compartir estas nueces en lugar de comerme?"

"¡Sí! ¡Eso suena mucho mejor!" - exclamó el zorro, emocionado.

Desde ese día, Tito y el zorro se hicieron amigos inseparables. Juntos jugaron, recolectaron nueces y aprendieron a disfrutar de la compañía del otro. Así, el zorro descubrió que la amistad y la colaboración eran mucho más satisfactorias que intentar devorar a su nuevo amigo.

Y así, Tito y el zorro vivieron muchas aventuras, recordando siempre que la verdadera felicidad viene de compartir y trabajar juntos.

Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.

FIN.

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