El zorro rescatado



Había una vez en un pequeño pueblo de Argentina, dos mellizos llamados Juan Cruz y Guillermo. Desde que eran muy chicos, mostraron un amor especial por los animales.

Pasaban horas observando a las aves en el cielo, jugando con los perros callejeros y alimentando a los gatos del vecindario. Un día, mientras paseaban por el bosque cercano a su casa, encontraron un cachorro de zorro herido. Estaba temblando y tenía una patita lastimada.

Los mellizos no lo dudaron ni un segundo y decidieron llevarlo a casa para cuidarlo. "¡Guillermo, tenemos que curar al zorrito! ¡No podemos dejarlo así!" exclamó Juan Cruz emocionado. "Sí, vamos a buscar agua y vendas para su patita", respondió Guillermo preocupado.

Los mellizos se dedicaron con todo su amor a cuidar al pequeño zorro. Lo bañaron con cuidado, le dieron de comer y le vendaron la patita lastimada.

Con el paso de los días, el zorrito comenzó a recuperarse gracias a los cuidados de Juan Cruz y Guillermo. Una noche, mientras dormían plácidamente en sus camas, escucharon ruidos extraños afuera de la ventana.

Al mirar hacia afuera, descubrieron que una manada de lobos intentaba acercarse al zorrito herido que se encontraba en el jardín. "¡Tenemos que proteger al zorrito! ¡No podemos dejar que los lobos se lo lleven!" gritó Guillermo alarmado. Sin pensarlo dos veces, los mellizos salieron corriendo hacia el jardín para enfrentarse a los lobos.

Armados con palos y piedras, lograron ahuyentarlos y salvar nuevamente al zorrito. A partir de ese momento, el vínculo entre Juan Cruz, Guillermo y el zorrito se hizo aún más fuerte.

El animalito los seguía a todas partes y jugaba feliz junto a ellos en el jardín. Un día llegó un guardaparques al pueblo en busca del zorro herido que había sido avistado por la zona.

Al ver cómo Juan Cruz y Guillermo habían cuidado tan amorosamente del animalito salvaje, decidió premiarlos invitándolos a realizar un recorrido especial por la reserva natural donde vivían muchos animales silvestres más.

Los mellizos no podían creer la emoción que sentían al estar rodeados de tantas especies diferentes: venados correteando entre los árboles, mariposas revoloteando cerca de ellos e incluso pudieron observar cómo las águilas cazaban desde lo alto del cielo.

Al finalizar la jornada inolvidable junto al guardaparques, Juan Cruz y Guillermo entendieron la importancia de respetar y proteger a todos los seres vivientes del planeta tierra. Prometieron seguir amando y cuidando cada criatura como si fuera parte de su propia familia.

Y así fue como estos dos valientes mellizos demostraron que con amor y dedicación es posible cambiar el mundo para bien... uno animalito herido (o no tan herido) a la vez.

FIN.

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