El Zorro Viajero y las Aventuras Interplanetarias



Había una vez en un bosque frondoso, un zorro llamado Rufus. Con su pelaje anaranjado y su cola esponjosa, era el zorro más curioso de todos. Un día, mientras exploraba un claro, se encontró con un viejo telescopio que había pertenecido a un explorador. Rufus miró a través del telescopio y vio algo extraordinario: ¡planetas brillantes danzando en el cielo!"¡Qué maravilla!" - exclamó Rufus. "¡Quiero conocer esos planetas!"

Y así, llenó su mochila con bocadillos y se despidió de su hogar.

"¿A dónde vas, Rufus?" - preguntó su amiga la ardilla Nela.

"A buscar aventuras en otros planetas, Nela. ¡Voy a ser un explorador intergaláctico!" - respondió Rufus con entusiasmo.

Nela lo miró confundida. "Pero, Rufus, ¿cómo llegarás?"

"Tengo un plan. Haré una cohete con palos y hojas" - afirmó Rufus, decidido.

Pasó días construyendo su cohete en el claro. Al fin, la construcción terminó. Se subió y, con un grito de alegría, prendió fuego a la base del cohete. ¡Zas! Con un estruendo, el cohete despegó, dejando atrás el bosque.

Rufus atravesó el espacio y pronto llegó al primer planeta: Zorrolandia. Allí, los zorros no eran como él, eran grandes y animals.

"Bienvenido, viajero!" - rugió uno de ellos, mucho más gordon que Rufus. "¿Quieres probar nuestras deliciosas bayas verdes?"

Rufus, aunque dudoso, decidió probarlas. Pero, al hacerlo, comenzó a estornudar. "¡Son muy alérgicas!" - gritó.

Rufus se dio cuenta de que no todos los lugares eran para él. Así que, con una risa y un adiós, se despidió y se subió a su cohete nuevamente.

El siguiente destino fue un hermoso planeta cubierto de nubes de algodón, llamado Nublopolis. Allí vivían unos simpáticos pelícanos que lo recibieron de manera cálida.

"Bienvenido, pequeño zorro!" - dijo uno de ellos. "¿Quieres volar con nosotros?"

"¡Me encantaría!" - respondió Rufus.

Rufus se colocó un arnés hecho de hilos y voló alto entre las nubes. Pero, cuando miró hacia abajo, se dio cuenta de lo lejos que estaba de su hogar, y un leve sentimiento de tristeza invadió su corazón.

"A veces, el hogar es donde se siente uno más feliz" - reflexionó Rufus, mientras el viento le movía su pelaje.

"¿Te pasa algo, amigo?" - le preguntó una pelícana.

"Extraño mi bosque, mis amigos y la tranquilidad que tengo allí" - confesó Rufus.

Los pelícanos entendieron su tristeza y le organizaron una fiesta de despedida, llena de música y baile. Rufus se sintió mejor, pero sabía que era hora de regresar.

Así que, tras agradecer a sus nuevos amigos, se subió de nuevo a su cohete, apuntando hacia el sol. Fue un viaje largo, lleno de pensamientos sobre las aventuras que había vivido. Finalmente, el cohete aterrizó suavemente en su bosque querido.

Cuando salió, fue recibido con abrazos y alegría. Nela corrió hacia él.

"¡Rufus! Te extrañamos tanto!" - gritó Nela.

"Yo también los extrañé, amigos" - respondió Rufus, con una gran sonrisa.

Les contó sobre sus aventuras, las bayas verdes de Zorrolandia y el hermoso vuelo en Nublopolis. Todos rieron y aprendieron de sus experiencias.

"A veces, el lugar donde pertenecemos es el mejor de todos" - concluyó Rufus, mientras miraba al cielo.

Y así, Rufus descubrió que la aventura no siempre requería viajar a otros planetas, sino explorar la belleza del lugar donde se estaba.

Desde entonces, Rufus siguió explorando su propio bosque, creando nuevas aventuras con sus amigos. Aprendió que el verdadero hogar es donde hay amor, amistad y diversión. Y siempre que miraba hacia las estrellas, sonreía, sabiendo que un día podría volver a visitar otros mundos, pero que siempre tendría su bosque.

Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.

FIN.

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