El Zorro y el Cerdo Hambriento



Había una vez, en un país encantado donde los árboles hablaban y las flores cantaban, un zorro llamado Zorrito. Zorrito era conocido por su astucia y su agilidad, pero también por su bondad. Un día, mientras exploraba el bosque de colores brillantes, se encontró con un cerdo llamado Pepito, que se veía bastante triste.

"¿Por qué estás tan triste, amigo cerdo?" - le preguntó Zorrito con curiosidad.

"Tengo mucha hambre y no encuentro nada para comer. Mis amigos se fueron a buscar comida y yo me quedé aquí esperando por ellos. ¡Estoy tan cansado y tengo un hambre voraz!" - respondió Pepito, mientras su pancita sonaba como un tambor vacío.

Zorrito, al ver la situación de Pepito, decidió ayudarlo.

"No te preocupes, Pepito. Te ayudaré a encontrar algo delicioso para comer. Vamos juntos a buscarlo. ¡La naturaleza siempre tiene sorpresas para ofrecer!" - dijo Zorrito con una sonrisa.

Los dos amigos comenzaron a caminar por el bosque. Zorrito había oído de un rincón especial donde crecían las frutas más sabrosas. A lo largo del camino, se encontraron con una tortuga muy sabia.

"Tortuga, ¿viste alguna fruta deliciosa cerca de aquí?" - preguntó Zorrito.

"Sí, en el claro de los sueños, hay un árbol de duraznos que crecen dulces como la miel. Pero cuidado, debe ser recogido con cuidado, ya que el árbol protege su fruta y puede hacer travesuras" - advirtió la tortuga.

Curiosos y entusiasmados, Zorrito y Pepito se dirigieron al claro de los sueños. Cuando llegaron, vieron el árbol lleno de duraznos brillantes, pero de repente, el árbol comenzó a sacudirse y sus ramas se movían.

"¿Qué está pasando?" - gritó Pepito, asustado.

"No te preocupes, solo tenemos que demostrarle que venimos con buenas intenciones" - respondió Zorrito, que se mantuvo valiente. "Por favor, querido árbol, solo queremos un poco de tu fruta, no te haremos daño."

El árbol se calmó y se detuvo de moverse. "Si verdaderamente vienen con buenas intenciones, tendrán su recompensa. Pero primero, deberán resolver un acertijo" - dijo el árbol con una voz dulce.

El árbol planteó un enigma sobre los colores del arcoíris y la amistad. Zorrito, con su astucia, resolvió el acertijo y el árbol, feliz, dejó caer algunos duraznos. Pepito saltó de alegría.

"¡Hurra, duraznos! ¡Gracias, Zorrito!" - dijo Pepito con una gran sonrisa.

Los dos amigos comenzaron a comer los deliciosos duraznos. Pero Zorrito se dio cuenta de que Pepito era un poco codicioso. Quería comerse todos los duraznos para él solo.

"Pepito, recuerda que compartir es lo más importante. ¡Podemos llevar algunos para nuestros amigos!" - le recordó Zorrito.

Pepito, con un pequeño suspiro, entendió que compartir haría que todos fueran más felices. Juntos, recogieron duraznos y regresaron al lugar donde habían dejado a los amigos de Pepito.

Cuando llegaron, los amigos estaban ansiosos y sorprendidos de ver a Pepito con tantos duraznos.

"¡Traje frutas para todos!" - gritó Pepito emocionado, y compartió la deliciosa merienda.

"No podía haberlo hecho sin la ayuda de Zorrito" - agregó Pepito, mirando a su nuevo amigo con gratitud.

Zorrito sonrió, porque había aprendido que, aunque ser astuto era importante, la amistad y la generosidad valían aún más. Todos disfrutaron de la rica merienda, y el bosque resonó con risas y alegrías.

Desde aquel día, Zorrito y Pepito se hicieron grandes amigos y siguieron compartiendo aventuras en su país encantado. Y así, aprendieron que ayudar a los demás y compartir siempre trae más felicidad que tener todo para uno solo.

FIN.

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