El zorro y el pavo real vanidoso



Había una vez, en un frondoso bosque lleno de vida, un pavo real llamado Pío. Pío era el más hermoso de todos los animales, con plumas de colores brillantes que deslumbraban a cualquiera que se cruzara en su camino. Sin embargo, su belleza lo había llenado de vanidad. Todos los días, Pío se paraba en la cima de una piedra y se burlaba de los demás animales.

"¡Miren qué mal vestidos están!" - decía con aires de grandeza. "Yo soy el rey del bosque, ¡no hay nadie como yo!" - continuaba mientras movía sus plumas al viento.

Los otros animales, como la ardilla, el conejo y la tortuga, solo podían mirar con tristeza y desprecio la actitud de Pío. Sabían que, aunque él era bonito por fuera, no tenía un buen corazón.

Un día, mientras Pío se pavoneaba por el bosque, un cazador que andaba de paso se sintió atraído por su belleza. Al ver al pavo real en su esplendor, el cazador se acercó sigilosamente, preparado para atrapar a su presa. Pero justo en ese momento, un astuto zorro llamado Zuki, que pasaba cerca, se dio cuenta del peligro.

"¡Pío, cuidado! ¡El cazador viene!" - gritó Zuki, corriendo veloz hacia el pavo real.

Pío, que estaba demasiado distraído admirando su reflejo en un charco, no prestó atención hasta que Zuki le dio un pequeño empujón.

"¿Qué estás haciendo, Zuki? Déjame en paz, estoy contemplando mi belleza" - replicó Pío con arrogancia.

"¡No es momento para eso!" - respondió Zuki, con urgencia. "El cazador está a punto de atraparte. ¡Debes esconderte!" - le insistió.

Un poco confundido por la preocupación del zorro, Pío solo se rió.

"¿Esconderm...? Pero soy el más bello, nadie se atrevería a hacerme daño. ¡Mira mis plumas!" - decía mientras giraba sobre sí mismo.

Justo en ese momento, el cazador apareció detrás de unos arbustos y apuntó su arco hacia Pío. Zuki, con toda su astucia, tomó una decisión rápida:

"¡Pío, sígueme!" - gritó mientras corría hacia un denso matorral. "¡Tu belleza no te salvará de un cazador!" - añadió, sin mirar atrás.

Finalmente, Pío comprendió la gravedad de la situación y lo siguió corriendo, pero sus largas plumas dificultaban su escape. Al verse acorralado, un pánico surgió en su interior.

"¿Qué voy a hacer? ¡Mis plumas!" - chilló, mientras el cazador se acercaba.

Zuki, con su rápida mente, encontró una solución. "¡Despliega tus plumas, Pío! Si te quedas cerca de mí y te cubres con ellas, el cazador no podrá verte. ¡Ayúdame a ayudarte!" - grito Zuki.

Pío, aun dudando, decidió seguir el consejo del zorro. Con habilidad, se escondió detrás de Zuki y, al desplegar sus plumas, se camufló entre las hojas. El cazador, confundido, pasó de largo sin darse cuenta de que había perdido su oportunidad.

Cuando se sintieron a salvo, Pío dejó escapar un suspiro de alivio.

"Gracias, Zuki. No sé qué habría hecho sin vos."

"¡No hay de qué! No se trata de la belleza exterior, sino de la belleza del corazón. Hoy me demostraste que puedes cambiar, Pío" - dijo Zuki, con una sonrisa.

Pío, conmovido por las palabras del zorro, comenzó a reflexionar. Desde aquel día, dejó de burlarse de los demás y empezó a valorar a los animales no por su apariencia, sino por lo que realmente eran. Juntos, empezaron a hacer actividades divertidas en el bosque.

Al pasar el tiempo, Pío se convirtió en un mejor amigo, ayudando a los demás y fomentando un espíritu de amistad entre todos los animales. Vio que su belleza era solo un adorno y que lo que realmente importaba era lo que había dentro.

Y así, el vanidoso pavo real tuvo su lección, entendiendo que la verdadera belleza está en el corazón y en la bondad que mostramos hacia los demás.

FIN.

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