El zorro y sus verdaderos amigos
Había una vez un zorro muy travieso y juguetón llamado Mateo. Mateo vivía en un hermoso bosque rodeado de árboles altos y frondosos, llenos de animales que se divertían juntos todos los días.
Mateo era feliz, pero también sentía mucha curiosidad por hacer nuevos amigos. Veía a los conejos saltando y jugando, a las ardillas trepando por los árboles y a los pájaros volando en el cielo.
Pero cada vez que intentaba acercarse a ellos, se asustaban al verlo y salían corriendo. El pobre Mateo no entendía por qué nadie quería ser su amigo. Se sentía triste y solo.
Hasta que un día tuvo una idea brillante: ¡se disfrazaría para no asustar a los demás animales del bosque! Mateo buscó entre las hojas caídas del bosque hasta encontrar ramitas secas, musgo verde y flores silvestres de colores brillantes. Con mucho cuidado, construyó un disfraz perfecto que lo hacía parecer como uno más del bosque.
Orgulloso de su nuevo aspecto, Mateo decidió ir en busca de sus nuevos amigos. Se adentró en el bosque con pasitos sigilosos mientras se repetía a sí mismo: "No te preocupes, Mateo, todo va a salir bien".
De repente, encontró una familia de conejos jugando cerca de la orilla del río. El corazón de Mateo latió con emoción mientras se acercaba lentamente hacia ellos. - ¡Hola! -dijo Mateo con voz suave.
- ¿Puedo unirme a su juego? Los conejos se miraron entre sí, sorprendidos de ver a otro animal tan parecido a ellos.
Finalmente, el conejito más valiente respondió:- ¡Claro que sí! ¡Eres muy bonito y nos encantaría tener un nuevo amigo! Mateo saltó de alegría y comenzó a jugar con los conejitos. Saltaban y correteaban por el bosque, disfrutando de la maravillosa compañía del zorro disfrazado. Mientras tanto, las ardillas observaban desde lo alto de los árboles.
Estaban intrigadas por el nuevo integrante del grupo y decidieron acercarse para conocerlo. - Hola, ¿puedo jugar con ustedes también? -preguntó Mateo tímidamente. Las ardillas se quedaron boquiabiertas al ver al zorro disfrazado.
Pero después de un momento de duda, una valiente ardilla respondió:- Claro que sí, te ves muy divertido. ¡Bienvenido a nuestro grupo! Pronto, Mateo se convirtió en el mejor amigo de todos los animales del bosque. Juntos exploraban cada rincón del lugar, aprendían cosas nuevas y compartían risas interminables.
Pero un día todo cambió cuando Mateo decidió revelar su verdadera identidad a sus amigos. Se quitó el disfraz y mostró su pelaje rojizo ante los ojos asombrados de todos.
Los animales quedaron en silencio por unos segundos hasta que finalmente uno rompió el hielo:- Wow, eres realmente un zorro... pero eso no importa porque eres nuestro amigo y siempre lo serás. Los demás animales asintieron emocionados y se abalanzaron sobre Mateo para darle un gran abrazo.
Desde ese día, el zorro aprendió que la verdadera amistad no se basa en las apariencias, sino en cómo nos tratamos y nos apoyamos mutuamente.
Y así, Mateo vivió feliz junto a sus amigos del bosque, disfrutando de cada momento juntos y recordando siempre que la amistad no tiene fronteras ni barreras.
FIN.