El Zorzal en la Biblioteca



Era un día soleado en el pequeño pueblo de Villa Pajarito. Los niños estaban en la biblioteca, rodeados de libros y cuentos llenos de aventuras. Entre risas y murmullos, Valentina, una niña curiosa, alzó la vista hacia la ventana.

- ¡Miren! ¡Hay un zorzal en la ventana! - exclamó emocionada, señalando hacia afuera.

Sus amigos, Mateo y Sofía, se acercaron rápidamente. El zorzal, con su hermoso plumaje amarillo y su trino alegre, parecía estar cantando una melodía especial.

- ¿Qué haría un zorzal en la biblioteca? - preguntó Mateo, con una mirada de asombro.

- Quizás quiere que le contemos una historia - sugirió Sofía, que siempre había soñado con hablar con un animal.

En ese momento, el zorzal se posó en el alféizar de la ventana y, con un brillo en sus ojos, respondió:

- ¡Hola, pequeños amigos! Soy Zorzalito, y he venido a escuchar historias. Pero también a contarles un secreto.

Los niños intercambiaron miradas emocionadas. Valentina, que no podía contener su curiosidad, pidió:

- ¿Qué secreto?

- En el bosque, donde vivo, hay un árbol mágico que cumple deseos - dijo Zorzalito, agitando sus alas. - Pero no es tan fácil llegar a él. Solo aquellos que aprenden el valor de la amistad y el trabajo en equipo pueden encontrarlo.

Mateo, lleno de entusiasmo, propuso:

- ¡Vamos a buscar ese árbol!

- Sí, nosotros podemos ayudar - agregó Sofía.

Zorzalito sonrió y dijo:

- Muy bien, pero primero necesitaremos un mapa.

Mientras los niños buscaban un mapa en la biblioteca, Zorzalito se acomodó en una estantería.

- Recuerden, para encontrar el árbol mágico deben trabajar juntos. Cada uno de ustedes tendrá una tarea especial.

Valentina, que era buena dibujando, era la encargada de hacer el mapa. Mateo, que sabía mucho sobre animales, buscaría pistas en los libros sobre el bosque. Sofía, que tenía una voz muy bonita, usaría su canto para llamar a los demás animales del bosque.

Con el mapa listo, partieron hacia el bosque, siguiendo el canto de Zorzalito. Sin embargo, encontraron un obstáculo: un río que debían cruzar.

- ¿Cómo vamos a cruzar? - preguntó Mateo, algo preocupado.

Zorzalito, con su trino alegre, dijo:

- Recuerden que tienen que trabajar juntos. Sofía, usa tu canto para llamar a los patos del río. Tal vez ellos nos puedan ayudar.

Sofía comenzó a cantar con toda su fuerza, y pronto un grupo de patos se acercó.

- ¡Hola, patos! ¿Nos pueden ayudar a cruzar? - preguntó Sofía.

- Claro, ¡suban sobre nuestras espaldas! - respondieron los patos, dándoles una mano.

Los niños subieron a los patos y cruzaron el río riendo y disfrutando del paseo. Cuando llegaron al otro lado, Zorzalito los animó:

- ¡Bien hecho! Cada uno de ustedes hizo su parte, y así logramos cruzar. Ahora, sigamos buscando el árbol mágico.

Avanzaron por el bosque, enfrentando más desafíos, como un camino cubierto de espinas y una colina muy empinada. Cada vez, se ayudaban mutuamente, apoyándose y celebrando sus pequeños logros.

Finalmente, después de mucho esfuerzo, llegaron a un claro donde se alzaba el árbol mágico, cubierto de luces brillantes.

- ¡Lo encontramos! - gritó Valentina, asombrada.

Zorzalito les dijo:

- Ahora, cada uno puede hacer un deseo, pero recuerden que lo más importante es que lo compartan con sus amigos.

Los niños se miraron, y luego Valentina dijo:

- Yo deseo que siempre tengamos aventuras juntos.

- Yo deseo que siempre podamos ayudar a los animales - añadió Mateo.

- Yo deseo que podamos visitar este bosque siempre - dijo Sofía, sonriendo.

Zorzalito sonrió y dijo:

- Sus deseos son hermosos, y si siempre están en equipo, ¡las aventuras no se detendrán jamás!

De repente, el árbol emitió un brillo intenso y las luces comenzaron a danzar a su alrededor, llenando el aire con una melodía mágica.

Cuando todo pasó, se dieron cuenta de que Zorzalito había desaparecido, pero sus corazones estaban llenos de alegría y amistad.

Regresaron a Villa Pajarito con una historia que contar y una lección invaluable: la amistad, el trabajo en equipo y el valor de compartir.

- ¡Hasta la próxima aventura! - gritó Mateo al aire, mientras sus amigos sonreían, sabiendo que siempre tendrían nuevas historias por escribir juntos.

FIN.

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