El Zorzal en la Escuela de Abbott



Era una mañana soleada en la Escuela de Abbott. Las aulas estaban llenas de risas y juegos. Los chicos del cuarto grado estaban emocionados porque ese día, su maestra, la señorita Laura, les había prometido una sorpresa especial.

- ¡Hoy, vamos a tener una visita muy especial! - anunció la señorita Laura, saltando de alegría.

- ¿Quién es? - preguntó Juanito, con los ojos brillantes.

- Es un amigo del bosque, un ave que a todos les encanta escuchar. ¡Viene un zorzal! - dijo la maestra, mientras los chicos gritaban de felicidad.

Días antes, la señorita Laura había hablado sobre los pájaros y su importancia en el ecosistema. Todos estaban muy ansiosos por conocer a este pequeño cantante de la naturaleza.

De repente, un hermoso zorzal aterrizó en el alféizar de la ventana del aula. Sus plumas eran de un color marrón cálido y su canto era melodioso. Los chicos se acercaron lentamente, fascinados.

- ¡Hola, chicos! Soy Zorzi, el zorzal - dijo el ave, con una voz suave.

- ¡Hola, Zorzi! - gritaron todos al unísono, llenos de emoción.

Zorzi comenzó a contarles sobre su vida en el bosque, los árboles donde construía su nido y cómo recolectaba insectos y bayas. Los niños escuchaban atentamente.

- Pero hay algo más que quiero mostrarles - dijo Zorzi, con una mirada traviesa.

- ¿Qué es? - preguntó Catalina, ansiosa.

- Quiero que vean lo que sucede cuando no cuidamos nuestro entorno - respondió Zorzi.

Con un parpadeo de sus ojos, Zorzi hizo que todos se sintieran un poco mareados. De repente, se encontraron volando junto a él por encima de un bosque, pero este no era el bosque hermoso que Zorzi les había descrito. Era un lugar triste, lleno de basura y árboles caídos.

Los niños miraron con horror.

- Esto es horrible, Zorzi. ¿Qué ha pasado? - preguntó Joaquín, con la voz temblorosa.

- La gente no ha cuidado la naturaleza y esto es lo que sucede. Los pájaros y otros animales pierden su hogar. Pero con trabajo en equipo, podemos cambiar esto - respondió Zorzi, mientras señalaba algunas caras tristes de animales que habían perdido su hogar.

Entonces, Zorzi llevó a los niños de regreso a la escuela y les dio una tarea: organizar una campaña de limpieza y reforestación en su comunidad.

- Tengo una idea - dijo Laura, entusiasmada. - ¿Y si hacemos un gran cartel para invitar a toda la escuela y a los padres a ayudar?

- ¡Sí! - gritaron los chicos.

Los días siguientes fueron intensos y llenos de preparación. Pintaron carteles coloridos y escribieron cartas a los padres. El gran día llegó y, para su sorpresa, muchos padres y vecinos se presentaron para unirse a la causa.

Con guantes y bolsas de residuos, comenzaron a recoger basura del parque cercano y a plantar nuevas plantas y árboles. Zorzi los observaba desde una rama, aplaudiendo con alegría.

- ¡Lo están haciendo genial! - cantó Zorzi. - ¡Ustedes son verdaderos héroes de la naturaleza!

Al finalizar el día, el parque brillaba de limpieza y la alegría de los chicos era contagiosa. Habían hecho un gran trabajo y, lo más importante, habían aprendido cómo cuidar el medio ambiente.

- Gracias, Zorzi. Hoy entendimos que podemos hacer la diferencia - dijo Juanito, sonriendo.

- ¡La naturaleza siempre está en nuestras manos! - respondió Zorzi, mientras se despidió alzando el vuelo hacia el cielo.

Desde ese día, la Escuela de Abbott se comprometió a cuidar el planeta y, cada vez que escuchaban el canto del zorzal, recordaban la importante lección que les había enseñado su amigo.

Y así, con corazones llenos de amor por la naturaleza, los chicos decidieron que cada primavera organizarían una limpieza comunitaria, siempre recordando el día en que el zorzal llegó para inspirarlos a cuidar de su hogar.

Y así, cuenta la leyenda que cada año, cuando los zorzales regresan, la Escuela de Abbott florece con actividades en pro de la naturaleza y todos, grandes y chicos, se unen para hacer del mundo un lugar más limpio y hermoso.

FIN.

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