El Zorzal en la Ventana



Era un día soleado en la Escuela de Abbott. Los niños estaban en el patio, jugando a la pelota, cuando de pronto, un hermoso zorzal apareció en la ventana del aula. Con su plumaje brillante y su canto melodioso, los alumnos quedaron asombrados.

"¡Miren, un zorzal!" - gritó Sofía, señalando hacia la ventana.

Todos miraron con ojos brillantes al pequeño pájaro. Su canto llenaba el aire y parecía que quería decir algo. En ese momento, el profesor Juan se acercó a la ventana, curioso por lo que estaba sucediendo.

"¿Qué pasa, chicos?" - preguntó el profesor, mirando hacia afuera.

"¡Hay un zorzal!" - respondió Lucas, saltando de emoción.

El profesor sonrió.

"Es una buena oportunidad para aprender sobre él. ¿Alguien sabe qué come un zorzal?"

Los niños comenzaron a pensar.

"Comen frutas, ¿no?" - dijo Valentina, recordando lo que había escuchado.

"¡Exacto!" - dijo el profesor. "Los zorzales son muy importantes para la naturaleza porque ayudan a dispersar las semillas al comer frutas. Esto permite que las plantas crezcan en nuevos lugares."

De repente, el zorzal se posó en la rama de un árbol cercano y empezó a cantar aún más fuerte. Fue entonces cuando las niñas y los niños decidieron que debían acercarse para observarlo mejor.

"¡Vamos a salir al patio!" - propuso Leonel.

"Sí, pero con cuidado para no asustarlo" - agregó Sofía, sabiendo que los pájaros son muy tímidos.

Los niños se acercaron despacito al árbol, y el zorzal continuó cantando, feliz de tener público.

"Miren, parece que le gusta que lo escuchemos" - dijo Valentina.

"Sí, está como contando una historia con su canto" - añadió Luisa.

De repente, un perro que pasaba por allí empezó a ladrar, asustando al zorzal que voló asustado hacia el cielo, dejándolos a todos tristes.

"No quería asustarlo" - dijo Lucas con voz apenada.

"Nosotros podemos ayudarlo si le hacemos un lugar seguro en el patio" - propuso el profesor Juan. "Podemos poner un par de cajas con frutas para que tenga un hogar seguro aquí."

Los niños se entusiasmaron con la idea. Empezaron a buscar cajas y se pusieron manos a la obra, decorando un pequeño refugio en una esquina del patio, lleno de frutas y un poquito de agua.

Pasaron los días y, con cada día que pasaba, los niños se sentían emocionados de ver al zorzal regresar.

"Miren, ahí viene de nuevo!" - exclamó Sofía un martes por la mañana, apuntando con el dedo.

"¡Sí, y se está acercando a las frutas!" - dijo Lucas, observando con entusiasmo.

El zorzal, al ver que no había peligro, se instaló en la casita que habían hecho con tanto cariño.

"Ahora tiene un hogar y está seguro para visitarnos siempre" - dijo Luisa.

"Y nosotros aprenderemos más sobre él" - añadió el profesor Juan "Estamos cuidando a nuestra naturaleza."

Los niños estaban felices de haber ayudado a su nuevo amigo y siguieron aprendiendo sobre los zorzales, compartiendo historias sobre la importancia de cuidar a los animales y su hábitat. Cada día, el zorzal venía a visitar a sus nuevos amigos, y sus cantos llenaban el aire con alegría, recordándoles la belleza de la naturaleza y la importancia de protegerla.

Y así, el zorzal se convirtió en parte de la Escuela de Abbott, un símbolo de la amistad entre los niños y la naturaleza, y un recordatorio de que con amor y esfuerzo, siempre se puede hacer un cambio positivo en el mundo alrededor de uno.

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Cada niño aprendió que cuidar de los seres vivos era clave para la convivencia en armonía con la naturaleza y que cada acción, por pequeña que fuera, podría marcar una gran diferencia. El coraje, la empatía y el compromiso se convirtieron en las lecciones más importantes que el zorzal había traído consigo, y esa, podría ser la historia de su vida en la escuela.

FIN.

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