El Zorzal en la Ventana de la Biblioteca de la Escuela de Abbott
Era un lindo día de primavera en la Escuela de Abbott, y los estudiantes del cuarto grado estaban emocionados por la visita a la biblioteca. La bibliotecaria, la señora Rosa, siempre tenía algo especial preparado para ellos. Esa mañana, los chicos se acercaron al enorme ventanal que daba al patio, y al mirar hacia afuera, un zorzal se posó en la repisa.
- ¡Miren, un zorzal! - gritó Sofía, señalando al pájaro.
- ¡Qué lindo! - exclamó Tomás, con los ojos brillantes.
La señora Rosa sonrió y dijo: - ¡Sí! Los zorzales son muy importantes en nuestro ecosistema. ¿Saben cómo?
- No - respondieron la mayoría.
- Los zorzales ayudan a dispersar las semillas de las plantas y son parte de la cadena alimentaria. ¡Además, su canto es hermoso!
Justo en ese momento, el zorzal comenzó a cantar, llenando el aire con su melodía. Los chicos quedaron encantados.
- ¡Qué bonito! - dijo Lucas, moviendo la cabeza al ritmo del canto.
- Pero, ¿dónde vive? ¿Por qué vino hasta acá? - se preguntó Ana.
La señora Rosa les contó que los zorzales generalmente buscan lugares seguros para anidar y alimentarse.
- ¡Quiero saber más sobre ellos! - exclamó Sofía.
- ¡Podemos hacer un proyecto! - sugirió Tomás.
- ¡Sí! ¡Podemos investigar sus costumbres! - propuso Ana.
Entonces, la bibliotecaria les sugirió: - ¿Qué tal si cada uno de ustedes busca un libro sobre aves y luego hacemos una exposición?
- ¡Genial! - dijeron todos.
Cada uno comenzó a buscar en los estantes. Sofía eligió un libro sobre zorzales, Tomás uno sobre aves migratorias, y Ana uno sobre las aves de Argentina. Sin embargo, mientras buscaban, se dieron cuenta de que el zorzal había desaparecido.
- ¡No puede ser! - se lamentó Sofía.
- Quizás se fue a buscar comida - dijo Lucas, restándole importancia.
- Pero quería que escuchara nuestro proyecto - añadió Ana.
todavía con un poco de tristeza, siguieron buscando información. Pasaron una hora sumergidos en libros, descubrimientos y risas. Cuando terminaron, decidieron que se presentarían a toda la clase al día siguiente.
Esa noche, los chicos estaban ansiosos por el día siguiente. Sofía escribió una hermosa introducción sobre el zorzal, mientras Tomás preparaba un dibujo de cómo se veían en su hábitat. Ana, por su parte, creó una presentación que incluía datos interesantes sobre las aves en general.
Al día siguiente, frente a toda la clase, los tres expusieron su trabajo con mucha emoción. Al finalizar, la señora Rosa les dijo: - ¡Excelente trabajo! Realmente han hecho un gran esfuerzo y aprendido mucho.
Justo entonces, un zorzal apareció en la ventana de la biblioteca, mirándolos como si quisiera escucharlos también.
- ¡Miren! - gritaron los chicos.
- El zorzal quiere ser parte de nuestra historia - dijo Sofía, emocionada.
- ¡Es un buen signo! - agregó Tomás.
Con una sonrisa, la señora Rosa pidió a los chicos que repitieran algunas de las cosas que habían aprendido. Después de esto, decidieron hacer un rincón especial en la biblioteca dedicado a las aves.
- ¡Así, todos aprenderán sobre nuestros amigos alados! - propuso Ana.
Con una buena idea en mente, los chicos se pusieron a trabajar, decorando una esquina con dibujos de zorzales y datos curiosos. La señora Rosa les dijo: - ¡Muy bien! Su esfuerzo puede ayudar a otros a aprender y cuidar a las aves.
Y así, el zorzal que había llegado a la ventana de la biblioteca no solo inspiró a los chicos en su aprendizaje, sino que también les enseñó sobre la importancia de la naturaleza y la colaboración. Desde ese día, cada vez que veían a un zorzal, sonreían, sabiendo que aquel encuentro los había unido en un proyecto que haría que otros también aprendieran sobre el mundo que los rodea.
Y colorín colorado, este cuento se ha terminado, pero la pasión por aprender siempre continúa.
El zorzal, que un día se posó en la ventana, se convirtió en el símbolo de la curiosidad y la amistad en la Escuela de Abbott.
FIN.