El Zorzal en la Ventana de la Escuela
Era una mañana radiante en la escuela del barrio, y todos los niños estaban emocionados porque por fin sería un día de actividades al aire libre. La maestra, la señorita Clara, había decidido llevarlos al patio para realizar juegos y dinámicas grupales.
Mientras los chicos se organizaban, un pequeño zorzal apareció volando y se posó en la ventana del aula. Su canto dulce y melodioso atrajo la atención de todos.
- ¡Miren! ¡Un zorzal! - exclamó Lucas, señalando con asombro.
- ¡Es hermoso! - comentó Sofía. Todos los niños se acercaron a la ventana, fascinados por el pajarito.
La señorita Clara, al ver el interés de sus alumnos, decidió aprovechar la situación.
- Chicos, ¿saben qué? Vamos a observar al zorzal desde aquí y luego podemos hablar sobre los pájaros que hay en nuestro país. ¿Quieren? - propuso.
- ¡Sí! - gritaron los niños.
Mientras el zorzal cantaba, la maestra comenzó a contarles sobre el zorzal, su hábitat y su comportamiento.
- El zorzal es un pájaro muy especial - explicó la señorita Clara. - Vive en bosques y jardines, y tiene un canto que a muchos les alegra el día. Estos pájaros suelen ser muy curiosos y se acercan a los humanos si ven que hay comida. ¿Alguno sabe qué comen los zorzales?
Diego, uno de los chicos más tímidos, levantó la mano lentamente.
- Yo sé - dijo con voz baja. - Comen frutas y también insectos.
- Exactamente, Diego. Muy bien - respondió la maestra con una sonrisa alentadora.
Mientras tanto, el zorzal se movía de un lado a otro, y de repente, vio que en el suelo había una pequeña migaja de pan que había caído de la mochila de alguno de los niños. Decidido, saltó justo hacia esa migaja.
- ¡Miren lo que hace! - gritó Sofía emocionada.
Los niños miraban con asombro cómo el zorzal acercaba su pico a la migaja y luego la picoteaba con destreza.
- ¿Y si le tiramos algo de comida? - sugirió Lucas.
La maestra dudó un momento, pero recordó que la naturaleza también necesitaba ser cuidada, así que dijo:
- Está bien, pero solo un poquito y sin hacerle daño.
Con cuidado, un par de los chicos dejaron caer pequeñas piezas de fruta que tenían en sus almuerzos. El zorzal, al darse cuenta, no tardó en volar hacia la comida.
- ¡Miren cómo viene! - gritó Diego, ahora más animado.
Pero mientras todos estaban distraídos admirando al zorzal, Lucas, que era muy curioso, decidió intentar acercarse un poco más a la ventana para verlo mejor. Cuando se inclinó, inadvertidamente empujó la ventana, que se abrió de golpe, y el zorzal se asustó. Salió volando y se perdió entre los árboles que rodeaban la escuela.
- ¡Nooo! - exclamó Sofía, preocupada.
- Lo asustamos - dijo Diego, con una mueca de tristeza.
- No se preocupen - trató de tranquilizarlos la señorita Clara. - A veces, los animales se asustan, pero eso no significa que no pueda volver. Además, aprendimos algo importante hoy: necesitamos ser cuidadosos con la naturaleza.
Desanimados, los niños regresaron a sus juegos, pero no podían dejar de pensar en su nuevo amigo el zorzal.
Al día siguiente, el sol salió de nuevo y la expectativa se llenó en el aire. Cuando llegaron a la escuela, se encontraron con una agridulce sorpresa: el zorzal estaba otra vez en la ventana, cantando alegremente.
- ¡Miren! ¡Está de vuelta! - gritó Sofía.
Todos se acercaron a la ventana, esta vez con más cuidado.
- No le hagamos ruido, no queremos asustarlo otra vez - susurró la señorita Clara. - Aprendimos que debemos observar a la naturaleza sin alterar su camino.
Los niños miraron al zorzal, escuchando su canto y admirando su belleza. Al final del día, la maestra decidió que cada uno podía dibujar al zorzal mientras recordaban lo que habían aprendido sobre él.
- Este es un momento especial - les dijo. - No solo porque hemos visto a un animal maravilloso, sino porque hemos aprendido la importancia de cuidar y respetar a nuestros amigos de la naturaleza. Recuerden: siempre que vemos algo que nos gusta, debemos hacerlo con amor y respeto.
Y así, los chicos no solo aprendieron sobre el zorzal, sino que también se llevaron consigo el recuerdo de un día donde la naturaleza les mostró su belleza, les enseñó sobre el respeto y el cuidado hacia los animales. El zorzal, felizmente, continuó visitando la escuela, convirtiéndose en un símbolo de amistad entre los estudiantes y la naturaleza. Desde entonces, cada vez que lo veían, recordaban que la curiosidad y el cuidado son clave para convivir con el mundo que nos rodea.
FIN.