El Zorzal que Voló Alto
Había una vez en un pequeño pueblo de Argentina, un zorzal llamado Zorrito. Zorrito era un ave alegre y soñadora, que pasaba sus días cantando y jugando con sus amigos en el parque. Pero había un sueño que anhelaba más que nada en el mundo: ser el mejor jugador de fútbol del pueblo.
Cada tarde, Zorrito enamoraba a todos con su hermoso canto y sus habilidades para el fútbol. Era el más rápido en la cancha y dominaba el balón como nadie. Sin embargo, había algo que le faltaba. Un día, mientras Zorrito practicaba sus tiros al arco, se encontró con sus amigos, la ardilla Lila y el conejo Tito.
"¡Zorrito! ¡Estás jugando muy bien! Pero, ¿sabías que los grandes jugadores de fútbol tienen que hacer algo espectacular?" dijo Lila emocionada.
"Sí, ¡tienen que hacer chilenas!" agregó Tito dando saltos.
"¿Chilenas? ¡Eso suena complicado!" respondió Zorrito un poco asustado.
"No te preocupes. Si te esfuerzas y practicas, ¡podrás hacerlo!" animó Lila.
Con el apoyo de sus amigos, Zorrito decidió que iba a aprender a hacer la mejor chilena del mundo. Todos los días, después de cantar, se entrenaba en secreto. Intentaba dar saltos en el aire, pero al principio solo lograba caer de lado y rodar por el suelo.
Un día, mientras practicaba, vio a un grupo de niños del pueblo jugando una gran final de fútbol. La cancha estaba llena de colores, risas y un ambiente festivo. Zorrito se sintió inspirado y decidió unirse.
"¡Hola! ¿Puedo jugar con ustedes?" preguntó Zorrito con timidez.
"¿Tú? ¿Un zorzal jugando al fútbol?" se rió uno de los niños.
Zorrito se sintió un poco triste, pero no dejó que eso lo desanimara. En cambio, tomó una decisión. Se acercó y les dijo:
"¡Voy a demostrarles que puedo jugar como los mejores!"
Y así comenzó el partido. Sereno y enfocado, Zorrito se movía entre los jugadores. Cuando tuvo la oportunidad, comenzó a hacer lo que había practicado: saltar, girar y dar piruetas.
"¡Mirá, mirá! ¡El zorzal está volando!" gritó Lila desde la tribuna hecha de hojas.
Zorrito se sentía más seguro y decidido. Justo cuando el balón llegó a sus patas, vio una oportunidad única: un remate de chilena. En ese momento, todo parecía detenerse. Con un gran salto, se lanzó al aire, sus alas extendidas y el balón volando hacia él.
"¡Zorrito, hacé la chilena!" gritó Tito.
Zorrito golpeó el balón con todas sus fuerzas. En ese instante, todos los niños, y hasta los adultos, quedaron boquiabiertos. El balón voló alto y se metió en el arco con un impresionante gol.
El campo estalló en aplausos y gritos de alegría. Zorrito, aún en el aire, se sintió como si estuviera volando de verdad. Al aterrizar, todos lo rodearon, admirando su habilidad.
"¡Eres increíble, Zorrito! No solo hiciste una chilena, ¡fue la mejor chilena que hemos visto!" dijo uno de los chicos.
Desde ese día, Zorrito no solo fue conocido como el zorzal que sabía jugar al fútbol, sino como el zorzal que hizo la chilena más grande del pueblo. Aprendió que con esfuerzo y pasión, uno puede lograr cualquier sueño, sin importar lo imposible que parezca.
Y así, cada tarde, en lugar de sentir miedo por lo que podían pensar de él, Zorrito invitaba a todos a unirse a su juego, haciendo del fútbol un lugar para compartir sonrisas, alegrías y, por supuesto, muchas chilenas.
Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.
FIN.