El Zorzal y el Bosque de Abbott
Era un día soleado en el pueblo de Abbott, un lugar pintoresco rodeado de montañas y ríos cristalinos. Todos los habitantes del pueblo sabían que, cada primavera, un zorzal llegaba volando desde el sur. Este año, los chicos de Abbott estaban especialmente emocionados porque esperaban que el zorzal trajera consigo una buena noticia.
El grupo de amigos, formado por Laura, Tomás, y Mateo, pasaba las tardes jugando en el parque y hablando de lo que harían cuando el zorzal llegara.
"¿Y si nos presenta a sus amigos?", preguntó Laura, con sus ojos brillando de emoción.
"¿Amigos?", contestó Tomás riendo. "No creo que un zorzal tenga amigos".
Mateo, siempre soñador, interrumpió:
"¡No subestimes al zorzal! Tal vez trae nuevas historias y aventuras. He oído que en los lugares por donde vuela hay cosas mágicas".
Así pasaron los días hasta que finalmente se escuchó el canto melodioso del zorzal por el aire. El sonido era tan hermoso que atraía a todos los niños del pueblo. Se dirigieron al claro del bosque donde el zorzal solía posarse.
Cuando llegaron, vieron al zorzal sentado en la rama de un gran árbol.
"¡Hola, amigos!", dijo el zorzal, moviendo sus alas con alegría. "Soy Zorzi, el zorzal viajero. Vine a contarles sobre mi aventura por el bosque encantado.¿Quieren escuchar?"
Los chicos asintieron con entusiasmo, mientras el zorzal comenzó a narrar:
"En el bosque encantado encontré árboles que hablaban y flores que cantaban. Cada criatura tenía una historia que contar."
Tomás, intrigado, preguntó:
"¿Y qué más descubriste, Zorzi?"
"Descubrí que a veces, los árboles se sienten tristes porque la gente no cuida su hogar. Decidí ayudarles a recuperar su felicidad".
Mateo, siempre tenía ideas brillantes, intervino:
"¿Podemos ayudar también?"
Zorzi, emocionado, contestó:
"¡Por supuesto! Ustedes pueden ser los guardianes del bosque aquí en Abbott. Solo hay que plantar árboles y cuidar la naturaleza".
Los amigos se miraron y asintieron. El zorzal les mostró cómo hacerlo y juntos decidieron hacer una gran fiesta en el parque para invitar a todos los niños y adultos de Abbott.
"¡Una fiesta para plantar árboles!" exclamó Laura.
Los días pasaron y la noticia de la fiesta se extendió rápidamente por todo el pueblo. Llegó el gran día, y el parque estaba lleno de risas y colores. Todos juntos comenzaron a plantar árboles, mientras Zorzi cantaba una hermosa canción.
Pero, en medio de la actividad, un viento fuerte comenzó a soplar y un grupo de nubes oscuras se acercaba. Los adultos comenzaron a preocuparse.
"¡Viene una tormenta!", gritó un vecino.
Los niños miraron a Zorzi, que volaba en círculos sobre ellos.
"No se preocupen, debemos terminar lo que empezamos. ¡Hay que plantar más rápido!" les dijo Zorzi.
Con el impulso del zorzal, los chicos se esforzaron más que nunca. Se unieron y, bajo el cielo gris, lograron plantar un montón de árboles.
Cuando estaban por terminar, el cielo se oscureció aún más y comenzó a llover. Sin embargo, todos siguieron trabajando. Para su sorpresa, el agua que caía parecía ayudar a las nuevas plantas a crecer más fuertes.
Finalmente, la tormenta pasó. El sol brilló de nuevo, y ante ellos, los árboles parecían sonreír, revitalizados.
"¡Lo logramos!", gritaron ciertos de alegría.
Zorzi, emocionado por el esfuerzo de los niños, exclamó:
"Este bosque nunca olvidará lo que hicieron hoy. Ustedes son verdaderos guardianes de la naturaleza".
Desde aquel día, el zorzal se convirtió en un amigo del pueblo, y los chicos aprendieron la importancia de cuidar el medio ambiente. Cada año celebraban su fiesta de plantación, y así, Abbott se llenó de árboles y risas, recordando siempre que con esfuerzo y unión se pueden lograr grandes cosas.
Y así, el zorzal y sus nuevos amigos pasaron a ser parte de una hermosa historia de amistad y cuidado por el entorno en el corazón de Abbott.
FIN.