El Zorzal y la Biblioteca Mágica



Era un día soleado en la escuela primaria del barrio, y los chicos estaban emocionados porque ese día tenían clase de biblioteca. La bibliotecaria, la señora Ana, siempre les contaba historias fascinantes y les mostraba libros llenos de aventuras. Sin embargo, justo cuando la clase comenzó, un zorzal curioso se posó sobre la ventana.

"- ¡Miren! ¡Un zorzal!" exclamó Tomás, un niño con una gran curiosidad por los animales.

"- Eso es muy raro. Nunca se posó un pájaro en esta ventana", dijo Laura, su amiga, mientras se acercaba para acercarse más a la ventana.

El zorzal cantó una melodía suave y encantadora. Todos los niños se quedaron maravillados escuchándolo.

"- ¿Por qué habrá venido?" preguntó Juan, con los ojos llenos de asombro.

"- Tal vez quiere un libro", bromeó Sofía, la más risueña del grupo.

"Podría ser", respondió la señora Ana, sonriendo. "Los pájaros son seres muy curiosos, al igual que ustedes. ¿Qué les gustaría preguntarle?"

Empezaron a murmurar entre ellos.

"- ¿Le gustaría saber cuánto puede volar?" sugirió Pedro.

"- O tal vez qué tipo de historias le gustan", dijo Julieta.

"- ¡Yo quiero saber si le gusta cantar!" exclamó Clara.

La señora Ana, con una chispa en los ojos, tuvo una idea. "- ¿Qué les parece si le escribimos una carta?"

Los chicos se entusiasmaron con la idea y comenzaron a buscar papeles. Cada uno aportó algo diferente: algunos dibujaban, otros escribían preguntas.

Una vez que terminaron, Julieta fue la encargada de apretar la carta en una pequeña bola que simularía un regalo.

"- ¡A la de tres! ¡Se la lanzamos!" dijo la señora Ana, agachándose para que el zorzal pudiera ver todo lo que estaban haciendo.

Y así, todos juntos gritaron: "¡Uno, dos, tres! ¡A volar!"

La pelotita salió volando hacia el zorzal, quien la miró con curiosidad y, ante la sorpresa de todos, saltó hacia ella.

Los niños aplaudieron. Pero justo en ese momento, una nube oscura apareció en el cielo. El viento empezó a soplar con fuerza, y la lluvia cayó como si el cielo estuviera llorando.

"- ¿Qué pasará con nuestro zorzal?" dijo Tomás, preocupado mientras miraba por la ventana.

"- Debe encontrar refugio", aseguró la señora Ana.

Y así fue. El zorzal, empapado pero valiente, voló hacia el árbol del patio de la escuela, donde se escondió ante la lluvia.

"- ¡Haremos otro intento!" gritó Sofía. Pero la señora Ana los detuvo:

"- Esperen un poquito. La naturaleza también necesita su tiempo.

Pero cuando pase la tormenta, podemos ayudar al zorzal. ¿Qué les parece?"

Los niños asintieron entusiasmados. Habían aprendido que a veces, incluso las criaturas más valientes pueden necesitar un poco de ayuda.

Finalmente, la tormenta pasó y un arcoíris resplandeció en el cielo. Los niños salieron al patio con su profesora.

"- ¡Miren! Ahí vuelve el zorzal!" gritó Laura.

El zorzal voló entre las ramas, parecía buscar algo.

"- ¿Será que está buscando nuestra carta?" se preguntó Pedro.

"- ¡Vamos a seguirlo!" dijo Clara.

Y así, los chicos comenzaron a caminar detrás del zorzal, quien los llevó a un pequeño claro del patio donde había una charca llena de agua fresca y muchas plantas.

"- ¡Es un lugar mágico!" dijo Julieta, maravillada.

"- Tal vez quiere que cuidemos el lugar`, dijo Sofía.

"- Y lo llenemos de cuentos y aventuras" agregó Tomás.

"Nos ayudará a unirnos más como amigos y cuidar nuestro entorno" concluyó la señora Ana.

Así, el zorzal se convirtió en un símbolo para los chicos de la escuela. Decidieron cuidar de la charca donde el zorzal podía descansar.

Pusieron carteles que decían: "Cuidemos la naturaleza" y todos colaboraron. Los días siguientes, cada vez que veían al zorzal, le dejaban en el borde de la charca, pequeños trocitos de pan y cuidaban el lugar como si fuera su mágico refugio.

El zorzal, al fin, tenía un hogar donde ser feliz, y a su vez, ellos aprendieron la importancia de cuidar la naturaleza y ayudarse mutuamente.

Desde ese día, la biblioteca ya no sólo fue un lugar para los libros, sino también un refugio donde los chicos aprendieron a ser guardianes de la naturaleza. Y así, su amistad y amor por el entorno florecieron como las flores en primavera, llenando su espacio escolar con alegría y conocimiento.

"- Gracias, zorzal, por venir a nuestra escuela y mostrarnos lo que realmente importa" murmuraron los niños al unísono una mañana, mientras el zorzal cantaba suavemente en su ventana.

Aquel día, el vuelo del zorzal había transformado su mundo escolar con una mágica lección de amistad y responsabilidad hacia la naturaleza.

FIN.

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