El Zorzal y la Bibliotecaria
Era un día soleado en la pequeña biblioteca del pueblo. La bibliotecaria, Clara, organizaba los libros con mucho esmero. De pronto, un zorzal de plumaje brillante se posó en la ventana, mirándola con curiosidad. Clara, sorprendida, dejó lo que estaba haciendo y se acercó a la ventana.
- ¡Hola, pajarito! - dijo con una sonrisa - ¿Cómo te llamás?
El zorzal, con un trino melodioso, parecía contestar. Clara decidió llamarlo Zorzi. Ella siempre había tenido un amor especial por los animales y la naturaleza.
Esa tarde, Zorzi volvió a asomarse a la ventana. Clara, emocionada, dejó una pequeña migaja de pan en el alféizar.
- ¡Mira lo que tengo para vos, Zorzi! - exclamó.
Zorzi no tardó en aterrizar y disfrutar del bocadillo. Desde ese día, el zorzal se convirtió en un visitante habitual de la biblioteca. Cada tarde, antes de cerrar, Clara lo esperaba con su migaja, y en agradecimiento, Zorzi alegraba el lugar con sus trinos.
Un día, mientras Zorzi cantaba alegremente, Clara tuvo una idea brillante.
- ¡Zorzi! ¿Qué tal si organizamos un día de cuentos en la biblioteca? - propuso. Zorzi pareció emocionarse, volando en círculos por la habitación.
Así comenzó la aventura. Clara preparó un hermoso rincón de lectura con cojines y mantas. Puso carteles en la biblioteca, invitando a todos los niños del pueblo a venir ese sábado a la “Hora del Cuento con Zorzi”.
El día del evento, los niños llegaron ansiosos. Clara se sentó en el rincón decorado y comenzó a leer.
- Y en la historia, el zorzal ayudó a todos los animales del bosque… - dijo Clara, y al mismo tiempo, Zorzi acompañó sus palabras con un suave canto.
Los niños rieron y aplaudieron, fascinados por la combinación de la lectura y el canto del pajarito.
Sin embargo, en medio de la alegría, algo sorpresivo sucedió. Un viento fuerte abrió de golpe la ventana, y uno de los niños dejó caer su sombrero. El sombrero voló directamente hacia el río cercano.
- ¡Mi sombrero! - gritó el niño, asustado.
Zorzi, que observaba desde la ventana, sintió que debía ayudar. Sin pensarlo dos veces, voló raudo hacia el río. Clara y los niños miraban con el corazón en la mano.
- ¡Vuelve, Zorzi! - gritó Clara, pero el zorzal ya estaba en acción.
Con su agilidad, Zorzi se zambulló. Voló rápidamente, recogió el sombrero y regresó triunfante. Se posó sobre el alféizar y dejó caer el sombrero frente al niño, que gritó de alegría.
- ¡Gracias, Zorzi! - exclamó el niño mientras todos aplaudían.
Clara sonrió llena de orgullo por su valiente amigo.
- Vieron lo que puede lograr la amistad y la valentía - les dijo, - ¡Nunca dejen de ayudar a los demás!
Esa tarde, los niños se fueron a casa con historias compartidas, risas y la promesa de volver al próximo “Día de cuentos”. Zorzi y Clara se hicieron inseparables, creando juntos un lazo que inspiraba a todos en el pueblo.
Desde entonces, la biblioteca no solo fue un lugar de libros, sino también un hogar de aventuras, cuentos y amistad. Todos los días, Zorzi ayudaba a Clara a recibir a los niños, creando un ambiente mágico. La biblioteca se llenó de risas y el canto del zorzal se convirtió en la banda sonora de cada nuevo cuento.
Y así, la historia de Clara y Zorzi se extendió, recordando a todos que cada pequeño acto de bondad puede transformar el mundo y hacer nuevas amistades.
### Fin
FIN.