El Zorzal y los Niños del Bosque



Era un lindo día en el bosque, donde el sol brillaba y las hojas bailaban al ritmo del viento. En un claro lleno de flores multicolores, los niños del pueblo decidieron que era un buen momento para explorar la naturaleza.

- ¡Miren! –exclamó Lucía, señalando hacia un arbusto. – Creo que vi algo moverse.

Los otros niños se acercaron curioseando, y tras unos momentos de espera, un alegre zorzal salió volando y se posó en una rama cercana.

- ¡Hola! –dijo el zorzal en un tono amistoso. – Soy Zorro, el zorzal. ¿Qué hacen por aquí?

- ¡Hola, Zorro! –respondió Juan, intrigado. – Venimos a jugar y a conocer más sobre la naturaleza.

Zorro, emocionado ante la idea de compartir su hogar, decidió guiarlos por el bosque.

- ¡Vamos! –dijo Zorro alzando el vuelo. – Les mostraré mi lugar favorito.

Los niños lo siguieron, corriendo y riendo. Zorro los llevó a un hermoso estanque donde los sapos croaban y los peces saltaban. Allí, los niños se sentaron al borde del agua.

- ¡Es hermoso! –gritó Ana. – Nunca había visto algo así.

Zorro sonrió y dijo:

- Aquí es donde se vienen a refrescar todos los animales. Vamos a hacer un juego. Cada uno debe imitar al animal que le guste. ¡Yo empiezo!

Y con un salto, Zorro comenzó a imitar el croar de los sapos. Los niños se rieron y, uno por uno, empezaron a imitar diferentes animales, desde el gallo hasta la vaca.

- ¡Eso fue genial! –exclamó Lucía. – ¡Casi me olvidaba de que puedo ser una cebra!

La risa llenó el aire, pero de pronto, escucharon un estruendo en el bosque. Unos troncos cayeron y los niños quedaron paralizados.

- ¿Qué fue eso? –preguntó Juan, asustado.

- No se preocupen, yo sé qué hacer –dijo Zorro, mostrando su valentía. – Ven, sigan mis pasos. Vamos a investigar. Los árboles a veces se caen, ¡pero no deben asustarse!

Con valentía, Zorro guió a los niños hasta el lugar del estruendo. Allí encontraron a un grupo de animales tratando de mover una rama grande que bloqueaba su camino.

- ¡Pobrecitos! –dijo Ana, preocupada. – ¡Debemos ayudarles!

Zorro asintió y dijo:

- Claro, ¡todos juntos podemos! No solo somos fuertes solos, somos más fuertes en grupo.

Los niños, inspirados por Zorro, se unieron a los animales. Algunos empujaban, otros tiraban, y juntos, con mucho esfuerzo, lograron mover la rama.

- ¡Lo hicimos! –gritaron los niños, llenos de alegría.

Los animales agradecieron su ayuda con saltos y carreras, mientras Zorro decía:

- Esto es lo que se siente trabajar en equipo. Siempre es mejor ayudar a los demás.

Sintiéndose orgullosos, los niños regresaron al claro del bosque.

- Zorro, –dijo Juan, con una sonrisa. – Hoy aprendí dos cosas nuevas: a ser valiente y a trabajar en equipo.

- Y yo aprendí que la amistad puede venir de los lugares más inesperados –respondió Ana, mirando a su alrededor. – ¡Nunca olvidaré este día!

Zorro se sintió feliz al ver la conexión entre sus nuevos amigos. Sabía que había enseñado algo importante, y agradeció a la naturaleza por la experiencia.

- Esta será una historia para contarles a todos, –dijo Zorro. – Y siempre recordemos que juntos, ¡podemos lograr tareas grandes!

Los niños prometieron volver a visitar a Zorro, y así lo hicieron. Aprendieron a cuidar del bosque y a valorar la amistad, mientras Zorro disfrutaba cada momento junto a ellos. Desde ese día, cada vez que el bosque resonaba con risas, el zorzal sabía que había encontrado amigos para toda la vida.

Y así, el zorzal y los niños construyeron un lazo tan fuerte como el roble, lleno de aventuras, risas y aprendizajes que siempre llevarían en sus corazones.

FIN.

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