Ela y el Espejo Mágico



En un pequeño pueblo rodeado de montañas, vivía una niña llamada Ela. Ella era dulce y amable, pero también muy solitaria. Su sonrisa iluminaba el día, aunque en su casa, con su madrastra y sus hermanastras, no la dejaban ser del todo feliz. Su madrastra, Elena, era un poco rígida y a menudo se preocupaba más por las apariencias que por el bienestar de Ela. Las hermanastras, Sofía y Valentina, eran unas niñas que siempre competían y se burlaban de Ela. A pesar de todo, Ela nunca se rendía y mantenía su carácter optimista.

Un día, mientras exploraba el ático de su casa, Ela encontró un antiguo espejo cubierto de polvo.

- ¡Qué hermoso! - exclamó ella, limpiando el polvo que lo cubría. Cuando lo hizo, vio un destello brillante y, de repente, una voz suave salió del espejo.

- ¡Hola, Ela! Soy el Espejo Mágico. Si quieres, puedo ayudarte a que tu vida sea más amena.

Ela, sorprendida pero intrigada, respondió:

- ¿De verdad? ¿Cómo podrías ayudarme?

- Solo necesitas decir una palabra y te mostraré cómo puedes brillar. Sin embargo, te advierto que la verdadera magia está en tu corazón y en cómo te ves a ti misma.

Con determinación, Ela cerró los ojos y gritó:

- ¡Brillar!

Al instante, algo mágico sucedió. De pronto, Ela comenzó a resplandecer de una forma especial. Cuando volvió a abrir los ojos, se dio cuenta de que no se había transformado físicamente, sino que una confianza renovada radiaba de su interior. La magia le había mostrado que su verdadera belleza era la bondad y la perseverancia que siempre había tenido.

Decidida a cambiar su realidad, decidió organizar un día de juegos en el jardín de la casa, invitando a Sofía y Valentina. El día llegó y, con una dosis de valentía, Ela se acercó a sus hermanastras.

- Chicas, ¿quieren jugar conmigo en el jardín? - preguntó Ela con una sonrisa.

Sofía, mirando a Valentina, se rió:

- ¿Por qué deberíamos jugar con una rarita como vos?

Pero en lugar de rendirse, Ela sonrió aún más y dijo:

- Pueden reirse todo lo que quieran, pero quiero que se diviertan. Hoy será un día especial. Tengo algunas sorpresas preparadas.

A medida que progresaba el día, Ela empezó a mostrarles una serie de juegos muy divertidos. Pronto, las risas llenaron el aire. Las hermosas kites que había hecho eran igualmente encantadoras, y cada uno de los juegos se convirtió en una nueva oportunidad para disfrutar juntas.

- ¿Sabés qué? Esto está buenísimo, Ela! - pudo decir Valentina, sorprendida.

Ella no podía creer que sus hermanastras se estaban divirtiendo.

- Tenés razón. Nunca imaginé un día así - añadió Sofía.

(Las tres comenzaron a jugar juntas, olvidando por un rato las tensiones y diferencias entre ellas.) La madrastra, al verlas felices, no pudo resistir la alegría y se unió al juego:

- ¡Chicas! ¿Puedo jugar también?

Ela sintió que el eco del espejo resonaba en su corazón. El secreto de la magia era compartir y abrirse a los demás.

A medida que pasaron los días, la relación entre Ela y su madrastra, así como con sus hermanastras, comenzó a mejorar. Jugar juntos se convirtió en una actividad habitual. Descubrieron que eran más fuertes y felices cuando se apoyaban mutuamente.

Así fue como Ela, con su magia interna y su espíritu brillante, logró cambiar su mundo. Aprendió que todos llevamos una chispa dentro, y que al compartirla, podemos iluminar la vida de quienes nos rodean.

Un día, al mirarse en el espejo, Ela finalmente entendió:

- No necesito el espejo mágico para brillar, ya que la verdadera magia está en ser la mejor versión de mí misma.

Y mientras su reflejo sonreía, se dio cuenta de que había encontrado no solo a su familia, sino también a nuevas amigas en sus hermanastras. Juntos, continuaron creando recuerdos inolvidables, llenos de risas y amor.

FIN.

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