Elfo Travieso en Casa



Un día soleado en Buenos Aires, Sergio y Pablo estaban jugando en su habitación. De repente, un destello brillante llenó el aire y apareció un pequeño elfo con orejas puntiagudas y una sonrisa traviesa.

- ¡Hola, chicos! - gritó el elfo con una voz alegre.

- ¿Quién sos? - preguntó Sergio, asombrado.

- Yo soy Lúcido, el elfo viajero. ¡He venido a hacer un poco de magia en su casa! - respondió Lúcido, haciendo una voltereta en el aire.

Los hermanos se miraron entre sí, emocionados ante la idea de tener un elfo mágico en su hogar. Lúcido comenzó a hacer travesuras: escondió sus juguetes, hizo que los lápices de colores volaran y llenó la casa de risas con sus bromas.

- ¡Mirá! ¡El gato está volando! - exclamó Pablo mientras señalaba la sala, donde el gato de la familia parecía levitar mientras perseguía un ovillo de lana que Lúcido había encantado.

Sin embargo, no todo era diversión. Lúcido, sin querer, desató un pequeño caos. Un día, mientras experimentaba con su magia, hizo que las paredes de la casa comenzaran a cambiar de color.

- ¡Oh no! - gritó Sergio. - ¿Qué vamos a hacer? ¡Mamá se va a enojar!

- No se preocupen, tengo un plan - dijo Lúcido, levantando la varita mágica.

Pero a medida que intentaba arreglar las cosas, hizo que la casa comenzara a temblar suavemente.

- ¡Alto! - interrumpió Pablo. - Quizás debemos hablar primero y pensar en un plan juntos.

- Tienen razón. Después de todo, estoy aquí para ayudar, no para causar problemas - admitió Lúcido, rascándose la cabeza con nerviosismo.

Así que los tres se sentaron y pensaron cómo podrían arreglar el pequeño desastre. Después de unos minutos de brainstorming, acordaron que Lúcido usaría un hechizo de alegría que haría que todos en la casa se rieran y olvidaran el alboroto.

- ¡Eso suena perfecto! - dijo Sergio.

Lúcido hizo un movimiento de su varita y junto a un grito de "¡Alegría mágica!" toda la familia comenzó a reírse, incluso mamá, que llegó justo en ese momento.

Cuando la risa se desvaneció, las paredes de la casa volvieron a su color original y todo estaba en su lugar.

- ¡Lo lograste! - exclamó Pablo, aplaudiendo mientras Lúcido sonreía orgulloso.

- Pero aprendí algo muy valioso - dijo el elfo. - La magia no siempre es la respuesta. A veces, es mejor colaborar y pensar juntos.

Desde entonces, Lúcido se quedó un tiempo más con ellos, creando nuevas aventuras y aprendiendo del valor del trabajo en equipo.

Los hermanos y el elfo se convirtieron en grandes amigos, compartiendo mucha magia y risas, pero también aprendiendo a resolver problemas de forma creativa y unida.

Y así, en cada rincón de la casa, la risa y la magia del elfo travieso llenaron sus días, recordándoles siempre que, aunque a veces la vida puede ser caótica, juntos podían superar cualquier desafío.

FIN.

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