Elfo Travieso en Casa de Enol e Irago



Era una mañana fresca en el mes de diciembre, cuando un pequeño y travieso elfo llamado Tintín salió de la fábrica de juguetes en el Polo Norte. Papa Noel le había dado una misión especial: ir a la casa de Enol, un niño de 4 años, y su hermanito Irago, que apenas tenía 1 añito. Tintín debía observar cómo se portaban y cómo trataban a los demás, antes de la llegada de la Navidad.

Tintín, vestido con un brillante traje rojo y un gorro puntiagudo, voló en su mágico trineo hacia la ciudad. Al llegar, se escondió detrás de un arbusto cercano a la casa de Enol e Irago.

- “¡Qué linda casa tienen estos chicos! Espero que estén listos para la Navidad”, murmuró Tintín.

Dentro, Enol estaba jugando con sus bloques de construcción, mientras su mamá cuidaba de Irago, que intentaba ponerse de pie. De repente, Tintín decidió hacer su primer truco. Con un chasquido de dedos, hizo que los bloques de Enol se apilaran automáticamente.

- “¡Mirá, mamá! ¡Mis bloques están solos! ” gritó Enol, con los ojos llenos de asombro.

- “¡Qué raro, Enol! A veces, los juguetes tienen vida propia en esta época del año”, sonrió su mamá, sin imaginar que un elfo travieso estaba detrás de todo.

Tintín, disfrutando del éxito de su travesura, decidió hacer algo aún más divertido. Se subió a una estantería y comenzó a jugar con un ratón de peluche.

- “¡Toma eso, ratón! ¡No escaparás de mi cazador! ” rió, mientras el ratón giraba por los aires.

Enol, al ver al ratón volar, se echó a reír.

- “¡Mamá! ¡El ratón está jugando con un elfo! ¡Quiero un elfo como amigo! ”

A lo lejos, Irago hacía sus primeros pasos, tambaleándose con alegría.

- “¡Iraaaago! ¡Mirá! ¡Es un elfo tradicional! ” exclamó Enol, señalándole a su hermano. Pero, por supuesto, Irago no entendía ni un poquito, aunque sonrió y aplaudió a Tintín.

A medida que pasaban los días, Tintín siguió observando a los niños. Cada mañana, Enol se despertaba emocionado y aventurero, y ayudaba a su mamá a preparar el desayuno, mientras Irago caminaba intentando alcanzar los juguetes.

- “¡Qué niños más amables! ”, pensó Tintín.

Sin embargo, una tarde, ocurrió algo inesperado. Enol estaba tan emocionado con la llegada de la Navidad que quería comprar muchos regalos para sus amigos.

- “¡Quiero darle juguetes a todos mis amigos del jardín! ” dijo Enol, haciendo una lista.

Pero tintin se dio cuenta que no estaban tan tranquilos porque algunos juguetes de la lista eran muy costosos y su mamá parecía prevenida.

- “Enol, es bueno que quieras compartir, pero recuerda, la Navidad no solo se trata de regalos...” le dijo su mamá, sonriendo pero con un tono sereno.

Enol frunció el ceño.

- “Pero ¡quiero que todos sean felices! ”, protestó.

Y del árbol apareció un rayo de luz que hizo plantear a Tintín una idea.

“Quizás, esto sea una oportunidad. Necesito ayudar a Enol a entender el verdadero valor de la Navidad”, pensó.

Esa noche, Tintín usó su magia para enviar mensajes a los sueños de Enol.

En sus sueños, Enol comenzó a ver situaciones donde la felicidad iba más allá de los regalos.

- “La verdadera alegría está en dar amor y compartir momentos con los que queremos”, se sentía cada vez más convencido.

Al siguiente día, Enol se despertó con una gran sonrisa.

- “¡Mamá, quiero hacer algo especial! No solo quiero comprar juguetes. Quiero organizar una fiesta con mis amigos y compartir un día de juegos y comida”, dijo eufóricamente.

- “¡Esa es una maravillosa idea, Enol! ” respondió su madre, orgullosa.

Y así fue como Enol, Irago y su mamá se pusieron manos a la obra. Prepararon decoraciones, invitaciones y muchas sorpresas para sus amigos. Todos los días tenían algo nuevo para crear y compartir.

En la fiesta, los amigos llegaron llenos de alegría, y juntos jugaron y compartieron historias, creando momentos inolvidables. Tintín los observaba desde un rincón, sintiendo que su misión estaba completa.

Con el corazón pleno, Tintín se despidió de la familia y decidió regresar al Polo Norte, donde contará todas sus aventuras a Papa Noel.

- “Este niño será un gran ayudante de Santa”, pensó Tintín mientras volaba hacia el norte.

Y así, Enol comprendió que el espíritu de la Navidad no estaba en recibir, sino en dar amor, risas y amistad a quienes los rodean.

Desde ese día, Enol nunca dejó de compartir y se preparó con más ganas cada diciembre, para que todos pudieran disfrutar de la magia de la temporada.

FIN.

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