Éli y la Ciudad de los Sueños



Éli era una niña que vivía en un pequeño pueblo, donde aprendió desde muy temprano que los hombres siempre mandaban y que una mujer debía respetarles. Sus padres se lo decían una y otra vez, y aunque era lo único que conocía, a veces se preguntaba si había algo más en la vida.

Cuando Éli creció, decidió mudarse a la ciudad en busca de aventuras. Todo era diferente allí, la gente se movía rápido, las luces brillaban con fuerza y había un aire cargado de posibilidades. Un día, mientras exploraba el bullicioso centro, se encontró con un joven llamado Isaac.

"¡Hola!", dijo Isaac, sonriendo. "¿Te gustaría ver una muestra de malabarismo?"

Éli, intrigada, asintió y se sentó a verlo actuar, mientras jugaba con sus pelotas de colores.

Isaac no solo era talentoso, sino que también hablaba con un respeto por Éli que la sorprendía. Mientras conversaban, Éli comenzó a darse cuenta de que era posible que un hombre pudiera ser amable y respetuoso sin tener que imponerse.

"¿Por qué te mudaste a la ciudad?" preguntó Isaac.

"Quería encontrar algo diferente. Siempre me dijeron cómo debía ser una mujer. ¿Tú qué piensas?", respondió Éli, un poco nerviosa.

"Creo que cada persona tiene derecho a ser quien es", dijo Isaac. "No importa si eres hombre o mujer, la voz de todos cuenta."

Esa respuesta iluminó el corazón de Éli. Por primera vez, se sintió libre de explorar sus propios pensamientos y deseos.

Los días pasaron, y Éli y Isaac se volvieron amigos inseparables. Paseaban por el parque, compartían historias y se ayudaban mutuamente con sus sueños. Un día, mientras estaban sentados bajo un árbol, Éli le dijo a Isaac:

"En mi pueblo, me enseñaron a siempre seguir lo que los hombres decían. Pero contigo me siento diferente, como si pudiera ser yo misma."

"Eso es porque eres especial, Éli. Nadie debería decirte quién eres o qué debes hacer. Tú decides tu camino", contestó Isaac con una sonrisa.

Éli, inspirada por las palabras de Isaac, decidió organizar un pequeño evento en el barrio para compartir sus experiencias y descubrir los talentos de otras personas.

"Podemos hacer algo grande juntos!", exclamó Éli.

"Sí, juntos somos más fuertes. Contá con mi ayuda", prometió Isaac entusiasmado.

Así, comenzaron a trabajar en el evento. Éli se sintió llena de energía mientras invitaba a amigos y vecinos a mostrar sus talentos, sin importar su género. La fecha llegó y el lugar estaba lleno de risas, música y magia, donde tanto hombres como mujeres compartieron sus sueños y habilidades.

Al final del día, Éli tomó el micrófono.

"Gracias a todos por venir. Esta es nuestra ciudad y cada uno de nosotros tiene algo valioso para aportar. No dejen que nadie les diga lo contrario. ¡Todos merecemos ser escuchados!"

El aplauso resonó, y en ese momento Éli sintió que había encontrado su voz, una voz que no solo pertenecía a las mujeres, sino a cada persona. Isaac estaba entre la multitud, sonriendo orgulloso.

Después del evento, Éli miró a Isaac y le dijo:

"Gracias a ti, ahora sé que ser yo misma es lo mejor que puedo hacer."

"Siempre estaré aquí para apoyarte, Éli. Juntos, podemos hacer del mundo un lugar mejor."

La amistad de Éli e Isaac se convirtió en un hermoso ejemplo de respeto y colaboración. Aprendieron que todos tenemos valor y que los sueños y las ideas son aún más poderosos cuando se comparten con amor y respeto. Éli siguió creciendo en su nueva vida, sabiendo que, sin importar los conceptos que había aprendido de pequeña, podía ser quien realmente deseaba ser.

FIN.

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