Elian y la Isla de los Sueños



Había una vez en una montaña mágica, un niño llamado Elian que vivía con sus abuelos. La montaña era especial. Allí, grandes dinosaurios paseaban entre los árboles y había una estrella que brillaba más intensamente que todas las demás.

- ¡Mirá, Elian! - decía su abuelo con entusiasmo - Ahí viene Dino, nuestro amigo gigante. ¡Vamos a saludarlo!

Elian corría feliz hacia el enorme dinosaurio que los miraba con ternura.

- ¡Hola Dino! - gritó Elian emocionado.

Dino bajó su cabeza para que Elian pudiera acariciarlo. Las noches eran mágicas y, muchas veces, los tres se sentaban en la entrada de su cabaña, contemplando las estrellas.

- Abuelita, ¿por qué esa estrella brilla más? - preguntó Elian.

- Esa estrella se llama 'Estrella de los Sueños'. Se dice que ilumina los caminos de quienes están dispuestos a aventuras grandes. - respondió su abuela con una sonrisa.

Un día, mientras exploraba un rincón desconocido de la montaña, Elian encontró un sendero oculto que parecía brillar con la luz de la estrella.

- ¡Mirá, una ruta mágica! - exclamó Elian. Sin pensarlo, comenzó a seguir el sendero, intrigado por donde podría llevarlo.

Al caminar un poco más, la montaña se desvaneció detrás de él y, de repente, Elian se encontró en una hermosa isla volcánica. Las plantas eran de colores vibrantes y los pájaros cantaban melodías encantadoras.

- ¡Wow! - dijo Elian maravillado. Pero, al darse cuenta de que se había alejado demasiado, un nudo de preocupación le apretó el pecho. - ¿Cómo volveré a casa?

Mientras tanto, sus abuelos, al darse cuenta de que Elian había desaparecido, se llenaron de preocupación.

- No podemos quedarnos aquí, debemos buscarlo - dijo la abuela, determinada.

- ¡Vamos! Cruzaremos los mares para encontrarlo - agregó el abuelo, y juntos se embarcaron en una pequeña balsa, navegando hacia la isla.

Después de días en el mar, enfrentándose a tormentas y grandes olas, finalmente vieron la silueta de la isla cósmica ante sus ojos.

- ¡Ahí está! - gritó la abuela, emocionada. - ¡Vamos! ¡Él nos necesita!

Una vez en la costa, comenzaron a buscar a Elian, preguntando a todos los animales que encontraban:

- ¿Habrás visto a nuestro nieto? - preguntaron a un tucán de colores.

- No, pero quizás el loro sabe algo - respondió el tucán, señalando hacia un árbol alto.

El loro, que era un poco arrogante, dijo:

- ¿Quién necesita ayuda? Solo puedo hablar de mí mismo. ¡Soy el loro más inteligente de la isla!

El abuelo, con paciencia, le dijo:

- No se trata de ser inteligente, sino de ayudar a los demás. - Y, en ese instante, el loro decidió colaborar, y voló alto para buscar a Elian.

Finalmente, Elian estaba sentado cerca de un lago brillante, soñando con regresar a casa. El loro llegó volando rápidamente.

- ¡Encontré a Elian! - chilló el loro mientras señalaba con su ala.

Los abuelos apresuraron el paso hacia su querido nieto.

- ¡Elian! - gritaron al unísono, y Elian, al escuchar sus voces, se levantó y corrió hacia ellos, llenándose de lágrimas de felicidad.

- ¡Los extrañé tanto! - dijo Elian, abrazando a sus abuelos con fuerza.

- Nosotros también te extrañamos, pequeño. - respondió su abuela mientras lo envolvía en sus brazos.

- Prometemos nunca dejarte solo de nuevo. - agregó el abuelo con una sonrisa.

Juntos, decidieron que era hora de regresar. Con la ayuda del loro, encontraron el camino de vuelta hacia la montaña mágica. En el camino, Elian les contó todas sus aventuras y lo que había aprendido sobre la amistad, la responsabilidad y la importancia de mantenerse cerca de quienes amamos.

Desde aquel día, cada vez que Elian se adentraba en la montaña, siempre miraba hacia la 'Estrella de los Sueños', recordando que las aventuras son más especiales cuando se comparten con la familia. Y nunca volvió a alejarse sin decir adiós.

Y así, Elian y sus abuelos vivieron muchas más aventuras, pero siempre juntos, comprendiendo que la magia está en los lazos del amor y la compañía. Y la montaña, con sus dinosaurios y su estrella brillante, siguió siendo su hogar feliz.

FIN.

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