Eliana y la Magia del Baile



Era una vez, en un barrio lleno de colores y risas, una chica llamada Eliana Aguilar. Cada mañana, ella iba a trabajar en una pequeña librería, donde ayudaba a los niños a encontrar libros. Eliana amaba leer, pero su verdadera pasión era bailar. Al caer la noche, cuando el sol se ocultaba y las estrellas empezaban a brillar en el cielo, su corazón se llenaba de emoción.

"La joda es mi arte", solía decir con una sonrisa.

Eliana tenía un talento increíble para bailar. Con cada paso, hacía que la gente se olvidara de sus problemas y se uniera a su diversión. Pero no todo era fácil.

Una noche, mientras bailaba en el parque, notó a un grupo de niños sentados en una esquina, tristes y aburridos.

"¿Por qué no se vienen a bailar?", les preguntó.

Los niños la miraron con dudas.

"No sabemos bailar...", respondió uno de ellos.

"Yo les puedo enseñar. ¡Bailar es para todos!", exclamó Eliana, moviéndose al ritmo de la música.

Los niños se acercaron poco a poco, intrigados por la energía y la alegría de Eliana.

Con el tiempo, comenzaron a imitar sus pasos y pronto todos estaban riendo y bailando en el parque. Pero lo que Eliana no sabía es que uno de esos niños, Mateo, tenía un sueño secreto: quería ser un gran bailarín, pero tenía miedo de intentarlo.

Una semana después, en la feria del barrio, se organizó un concurso de baile. Eliana, emocionada, decidió inscribirse y llevar a Mateo con ella.

"¡Vamos, Mateo! ¡Es nuestra oportunidad!", lo animó Eliana.

"Pero... ¿y si no gano?", dijo Mateo, con la voz temblorosa.

"No importa si ganas o no, lo importante es disfrutar y mostrar lo que te gusta hacer. ¡BAILAR!", le respondió Eliana.

Con un poco de ánimo, Mateo aceptó participar. En el día del concurso, había muchos niños que aplaudían y animaban. Cuando llegó el turno de Eliana y Mateo, los nervios casi los paralizan. Eliana le dio un abrazo y le dijo:

"Respira y recuerda, solo hay que disfrutar. ¡Hagámoslo juntos!"

La música empezó, y al principio Mateo se sintió torpe. Pero cuando vio a Eliana bailando con alegría, algo cambió en su interior.

"¡Voy a portarme bien!", se dijo, y comenzó a seguir el ritmo.

Los dos, juntos en el escenario, dejaron fluir su creatividad y la gente aplaudía con fuerza. La energía de su baile llenó el aire y los corazones de todos los que los veían.

Cuando terminaron, el público estalló en aplausos.

"¡Eso estuvo genial!", gritaron los niños.

"¡No puedo creer que lo logramos!", dijo Mateo, con una sonrisa iluminando su rostro.

Eliana y Mateo no ganaron el primer lugar, pero sí el premio al mejor espíritu y alegría.

"¿Ves? ¡Bailar trajo felicidad a todos!", le dijo Eliana.

Mateo se dio cuenta de que el verdadero premio era haber tenido el valor de salir al escenario y compartir su amor por el baile. Desde ese día, él se convirtió en el bailarín más entusiasta del barrio, inspirado por la pasión de su amiga Eliana.

Y así, en su pequeño barrio lleno de risas, Eliana y Mateo siguieron bailando y enseñando a otros que, a veces, solo hay que dejarse llevar y disfrutar, porque la verdadera magia está en el arte de bailar juntos.

FIN.

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