Elina y el misterio de Bernat



Era una mañana soleada en el barrio de Elina. Ella había invitado a sus amigos a jugar en el parque, pero había un problema: su querido perro, Bernat, había desaparecido. Cuando el juego comenzó, la tristeza de Elina era evidente.

"¿Han visto a Bernat?" - preguntó a sus amigos, con la voz entrecortada.

"No, Elina, no lo hemos visto" - respondieron sus amigos, mirándola con preocupación.

Sin saber qué más hacer, Elina corrió a casa de su abuela.

"Abuela, necesito tu ayuda. No puedo encontrar a Bernat" - suplicó.

"Vamos a buscarlo juntas, querida" - le dijo su abuela, con amor. Las dos se pusieron los zapatos y salieron de la casa.

En el camino, se encontraron con su amigo Luca.

"Luca, ¿has visto a Bernat?" - preguntó Elina con esperanza.

"No lo vi, pero voy a ayudarte a buscarlo" - dijo él, muy dispuesto.

Así que continuaron la búsqueda por las calles del vecindario. Preguntaron a todos los vecinos que encontraron.

"¿Has visto a Bernat?" - repetían, sin éxito.

El sol empezaba a ocultarse y Elina sentía que la angustia crecía en su interior.

Finalmente, cansados y preocupados, decidieron regresar a casa. Cuando Elina entró, vio a sus padres esperándola, con rostros serios.

"¿Dónde estuviste, Elina?" - preguntó su papá.

"Busqué a Bernat. Lo he buscado por todas partes y no aparece" - dijo ella, sintiendo los ojos llenos de lágrimas.

Entonces, su mamá se acercó y la abrazó.

"Elina, tengo que hablarte de algo muy triste" - empezó su madre.

"¿Qué te pasó a Bernat?" - preguntó Elina, sintiendo un nudo en el estómago.

"Querida, Bernat... ha tenido un accidente. No regresará ya" - explicó su mamá con voz suave.

Elina abrió los ojos, no entendía.

"¿Pero por qué? ¿No se puede curar?" - inquirió, con la voz quebrada.

"A veces, los animales tienen un final que no entendemos. Ellos se van y es muy doloroso, pero siempre hay un lugar especial en nuestros corazones para ellos" - comentó su papá, mientras secaba una lágrima de su mejilla.

"¿Siempre?" - preguntó Elina, buscando consuelo.

"Sí, siempre. Podemos recordarlo y hablar de él" - respondió su mamá.

Esa noche, Elina se sentó en su cama, sintiéndose sola. Pero al recordar todos los momentos felices que compartió con Bernat, una sonrisa tímida empezó a formarse en su rostro.

"Mamá, ¿puedo hacer un dibujo de Bernat?" - preguntó con esperanza.

"¡Claro que sí, cariño! Eso te hará sentir mejor" - dijo su madre.

Así que Elina tomó una hoja de papel y, mientras dibujaba, cada trazo le traía recuerdos preciosos. Se acordó de las veces que corrían en el parque, de cómo Bernat le lamía la cara cuando llegaba del colegio, y de las aventuras que compartieron.

Al terminar, miró su dibujo y sintió que Bernat siempre estaría con ella, aunque no estuviera físicamente.

Con el tiempo, la tristeza de Elina se convirtió en agradecimiento por todo el amor que Bernat le había dado. Así, aprendió a hablar de su amigo y a recordar esos momentos felices que nunca se irían.

Cada vez que lo mencionaba, compartía una sonrisa, e inspiraba a otros a hablar de sus propias historias y pérdidas.

Y así, Elina descubrió algo importante: el amor que sentimos nunca se pierde. Siempre queda en nuestros corazones, como un faro que nos guía y nos recuerda momentos especiales junto a aquellos que amamos.

FIN.

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