Elisa y la Escuela Sucia



Era una hermosa mañana en el barrio de Flor de Ceibo, donde todos los niños iban a la escuela. Entre ellos estaba Elisa, una niña de 10 años muy curiosa y con una gran pasión por la limpieza. Cada mañana, antes de salir para la escuela, Elisa se aseguraba de que su habitación estuviera impecable. Pero no solo eso, también creía que su escuela merecía un hogar limpio y ordenado.

Una tarde, después de clases, Elisa se dio cuenta de que su escuela estaba un poco descuidada. "¡Qué lástima!", pensó, mientras observaba papeles en el suelo y bancos desordenados. "¡Esto no puede seguir así!". Con la emoción revolucionada, decidió hablar con sus amigos para hacer algo al respecto.

Al día siguiente, en el recreo, se acercó a sus compañeros. - “Chicos, creo que deberíamos hacer algo para dejar nuestra escuela limpia. ¿Qué opinan?". Sus amigos, un poco dudosos, la miraron y uno de ellos, Nicolás, dijo: "Pero Elisa, llevaría mucho tiempo y esfuerzo".

"Sí, pero es nuestra escuela. Si todos colaboramos, podemos lograrlo. ¡Imaginen lo linda que puede quedar!" - contestó ella con entusiasmo. Poco a poco, sus amigos empezaron a animarse. "Bueno, podemos transformarlo en un día divertido. ¡Hagamos una gran limpieza en equipo!" - propuso Laura.

Así fue como el grupo se organizó para el fin de semana. Todos llevarían bolsas de residuos, escobas y guantes. El viernes por la tarde, Elisa preparó carteles que decía: "¡Juntos por una Escuela Limpia!".

El día de la limpieza llegó, y la escuela estaba llena de risas. "¡Miren cuántos papeles hay aquí!" - exclamó Nicolás, mientras recogía un montón. "Creo que podríamos hacer un concurso, sumemos puntos por cada papel que recojamos" - sugirió Elisa. Con ese giro divertido, todos se pusieron más entusiastas.

Cuando estaban casi terminando, Elisa notó que varios compañeros no estaban haciendo mucho. "Chicos, ¿qué pasa?" - preguntó con curiosidad. - “Es que nosotros pensábamos que solo era para divertirnos, no que realmente habría que trabajar", respondió Tomás, un poco avergonzado.

Elisa, entendiendo su perspectiva, dijo: - “Es verdad, puede parecer un poco complicado, pero al final, cada uno tiene un papel muy importante. ¡Y lo que hagamos hoy será nuestro legado para el resto del año!". Con esas palabras, los niños se sintieron motivados a seguir.

Así, juntos, se esforzaron y, tras varias horas de trabajo, la escuela parecía completamente nueva. Las paredes brillaban y los muebles estaban en su lugar. "¡Lo logramos!" - gritaron todos al unísono. Primero sorprendidos, después estaban llenos de alegría. "¡Miren lo que hicimos juntos!" - exclamó Laura, sonriendo.

Elisa, orgullosa, se dio cuenta de que no solo habían limpiado su escuela, sino que también habían fortalecido la amistad entre todos. En ese momento, uno de los profesores salió, preguntando qué sucedía. "¡Mire, señor! ¡Nuestra escuela está limpia y linda!" - respondió una de las niñas emocionada.

El profesor, sonriendo, aplaudió y dijo: "Esto es maravilloso, chicos. Estoy muy orgulloso de ustedes. Además, hemos decidido que esto será un proyecto que realizaremos una vez al mes para mantener la limpieza y el buen espíritu en nuestra escuela".

Todos se miraron y se llenaron de entusiasmo ante la idea de continuar con esa misión. - “¡Haremos el mejor equipo de limpieza de la historia!" - comentó Nicolás con risa. - “Y ahora, vamos a celebrar nuestra buena acción con un picnic dentro de la escuela. Todos traigan algo para compartir" - sugirió Elisa.

Y así, entre risas, políticos de galletas, alfajores, y juegos, la escuela no solo se vio limpia, sino que se llenó aún más de amistad y alegría. Elisa aprendió que la organización, el trabajo en equipo y el espíritu proactivo pueden transformar no solo un lugar sino también a las personas que allí habitan. Desde ese día, cada vez que entraba a clases, Elisa recordaba que a veces, lo pequeño puede causar un gran cambio, y que con un poco de esfuerzo, podríamos hacer del mundo un lugar mucho mejor.

FIN.

Dirección del Cuentito copiada!