Elizabeth y el burro valiente



Había una vez en un pequeño pueblo de Argentina, una niña llamada Elizabeth. Era una niña muy curiosa y aventurera, siempre buscando nuevas cosas que hacer y aprender.

Un día, mientras paseaba por el campo, se encontró con un burro. El burro estaba triste y solitario. Elizabeth se acercó a él con ternura y le preguntó: "¿Qué te pasa, burrito?". El burro suspiró y respondió: "Estoy cansado de trabajar todo el día sin descanso".

Elizabeth sintió empatía por el burro y decidió ayudarlo. Le ofreció llevarlo a su casa para cuidarlo y darle un lugar donde descansar. El burro aceptó felizmente la oferta de Elizabeth.

Cuando llegaron a la casa de Elizabeth, se encontraron con su abuela, quien estaba preparando deliciosas galletitas para la merienda. La abuela era sabia y amable, siempre dispuesta a ayudar a los demás. Al ver al burro, la abuela sonrió y dijo: "Bienvenido, amigo burrito.

Aquí encontrarás paz y descanso". Desde ese momento, el burro viviría junto a Elizabeth y su abuela en armonía. Pero había otro personaje en esta historia: un zorro llamado Paciencia. Paciencia era conocido por ser astuto pero también travieso.

Siempre buscaba comida fácil e intentaba engañar a otros animales para conseguirla. Un día, Paciencia vio las deliciosas galletitas que la abuela acababa de hornear.

Su estómago comenzó a gruñir de hambre y decidió idear un plan para robarlas. Se acercó al burro y le dijo: "Hey, burrito, ¿por qué no me ayudas a conseguir esas galletitas? Yo te enseñaré un truco para conseguirlas".

El burro, tentado por la idea de tener las galletitas, decidió seguir el consejo de Paciencia. Juntos se dirigieron a la casa de la abuela y Paciencia le mostró al burro cómo abrir la puerta sin que nadie lo notara.

Sin embargo, cuando estaban a punto de entrar en la cocina, Elizabeth los descubrió. Ella sabía que su abuela había trabajado mucho para hacer esas galletitas y no podía permitir que alguien las robara.

Elizabeth detuvo al burro y le dijo: "Burrito, sé que quieres las galletitas, pero eso no está bien. Mi abuela trabajó duro para hacerlas y sería injusto quitarle su esfuerzo". El burro se sintió avergonzado por haberse dejado llevar por Paciencia. La abuela escuchó todo desde adentro de la casa y salió corriendo hacia ellos.

Mirando fijamente a Paciencia, le dijo: "No está bien engañar a los demás para obtener lo que queremos. La verdadera felicidad viene del trabajo honesto y el respeto hacia los demás".

Paciencia se sintió culpable por sus acciones y prometió cambiar su forma de ser. A partir de ese momento, él también viviría con Elizabeth y su abuela como parte de su familia.

Con el tiempo, el burro aprendió el valor del trabajo duro y nunca más intentó tomar atajos o engañar a otros. Elizabeth, su abuela, el burro y Paciencia vivieron felices juntos, aprendiendo lecciones importantes de honestidad y respeto. Y así concluye esta historia llena de enseñanzas para los más pequeños.

El valor del trabajo honesto, la importancia de cuidar a los demás y la necesidad de resistir las tentaciones que nos llevan por mal camino.

FIN.

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